El amanecer teñía el cielo de tonos dorados y carmesí cuando Tsukihiko abrió los ojos.
Por un instante, no supo dónde estaba. El olor a humedad, ceniza y sangre seguía impregnando el aire.
La cabaña en la que se refugiaron era pequeña y destartalada, con las paredes de madera cubiertas de musgo y los ventanales rotos dejando entrar la brisa fría de la mañana.
Kaoru dormía a su lado, su respiración tranquila pero su cuerpo aún tembloroso.
Lo que había ocurrido la noche anterior no era normal.
Ningún cambiaformas tenía una habilidad como esa.
Los cazadores lo sabían. Y eso significaba que vendrían por él.
Tsukihiko cerró los ojos un momento, intentando ordenar sus pensamientos. Su herida aún ardía, pero no podía permitirse descansar más.
Tenían que moverse antes de que los encontraran.
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Una verdad oculta
Kaoru despertó poco después, con los ojos aún nublados por el cansancio.
—¿Dónde estamos? —preguntó con voz ronca.
—En una cabaña al borde del bosque. No podemos quedarnos.
El niño asintió lentamente y se incorporó con dificultad. Su piel estaba pálida y sus manos temblaban.
Tsukihiko lo observó con atención.
—Kaoru.
El niño parpadeó al escuchar su nombre, y por un momento pareció que no entendía.
Tsukihiko continuó.
—Anoche… lo que hiciste. Los cazadores parecían conocer tu habilidad. ¿Qué eres?
Kaoru bajó la mirada, con los labios apretados.
—No lo sé.
La mentira fue evidente.
Tsukihiko suspiró.
—Si no me dices la verdad, no puedo protegerte.
Kaoru se estremeció y apretó los puños.
—No quiero ser como ellos.
—¿Quiénes?
El niño se mordió el labio.
—Los de mi sangre.
Había algo oscuro en esas palabras.
Pero antes de que Tsukihiko pudiera preguntar más, un sonido fuera de la cabaña lo puso en alerta.
Pasos.
No estaban solos.
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Cazadores en la niebla
Se movió con rapidez, tapándole la boca a Kaoru con una mano y señalándole que guardara silencio.
El niño asintió con los ojos abiertos de par en par.
Tsukihiko se deslizó hasta la ventana rota y espió entre las tablas.
Tres figuras se movían entre los árboles.
Cazadores.
Y no eran los mismos de la noche anterior.
Estos llevaban armaduras ligeras, espadas al cinto y marcas en sus uniformes que indicaban que trabajaban directamente para los Alfa.
Uno de ellos, el que parecía ser el líder, se detuvo justo frente a la cabaña y olfateó el aire.
—El olor de la sangre aún es fresco —murmuró.
Los otros dos cazadores desenvainaron sus armas.
—El informe decía que el objetivo fue visto con un joven de cabello blanco.
El líder asintió.
—Si es él, no debemos matarlo aún.
Tsukihiko sintió que se le helaba la sangre.
¿A qué se referían?
¿Por qué lo querían con vida?
No había tiempo para pensar. Tenían que escapar.
Le hizo una seña a Kaoru para que lo siguiera y se deslizó hacia la parte trasera de la cabaña.
Pero antes de que pudieran salir, el cazador líder giró la cabeza en su dirección.
—Ah.
Los ojos de Tsukihiko se encontraron con los suyos por un instante.
—Ahí estás.
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Caza y presa
Los cazadores se movieron como sombras.
Tsukihiko apenas tuvo tiempo de esquivar cuando una daga pasó rozando su mejilla y se clavó en la pared de madera.
Kaoru jadeó detrás de él.
No podían pelear contra tres cazadores Alfa en su estado actual.
—¡Corre! —gritó Tsukihiko, empujando a Kaoru hacia el bosque.
El niño dudó solo un segundo antes de obedecer.
Tsukihiko lo siguió, con el sonido de los cazadores pisándoles los talones.
El bosque estaba cubierto de una niebla densa, lo que les daba cierta ventaja, pero no sería suficiente.
—¡Divide y captura! —ordenó el líder.
Los cazadores se separaron.
Tsukihiko sintió un escalofrío.
Nos están acorralando.
Kaoru corría delante de él, pero su respiración era irregular. Aún no había recuperado del todo sus fuerzas.
Entonces, el sistema habló.
{Misión activada: Sobrevive a la cacería.}
Tsukihiko maldijo entre dientes.
No ayudaba en nada que el sistema simplemente confirmara lo obvio.
Uno de los cazadores apareció entre los árboles y se lanzó sobre él con la espada en alto.
Tsukihiko se deslizó a un lado, esquivando por poco, pero su herida ardió y trastabilló.
El cazador sonrió y levantó su arma de nuevo.
—Parece que ya estás acabado.
Pero antes de que pudiera atacar, Kaoru se movió.
Y la sombra volvió a aparecer.
Oscuridad líquida se deslizó por el suelo y atrapó al cazador antes de que pudiera reaccionar.
—¿Qué demonios…?
Los ojos de Kaoru brillaban otra vez.
—No lo toques.
Su voz no era la de un niño.
El cazador gritó cuando la sombra lo envolvió y lo arrasó hacia la niebla.
Tsukihiko respiró con dificultad.
—Kaoru…
Pero el niño no lo miró.
Solo se tambaleó un poco y cayó de rodillas, con las sombras disipándose lentamente.
No podía mantenerlo por mucho tiempo.
Tsukihiko lo agarró y lo echó sobre su espalda de nuevo.
No podían quedarse.
Y aún quedaban dos cazadores más en la zona.
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El sendero del exilio
Corrieron.
El bosque se volvía más denso, los árboles más retorcidos. Las tierras de nadie estaban cerca.
Los cazadores no se oían detrás de ellos, pero Tsukihiko sabía que no estaban a salvo todavía.
No podían regresar a la ciudad.
No podían confiar en nadie.
Solo les quedaba avanzar.
Mientras corrían, el sistema habló otra vez.
{Misión secundaria activada: Encuentra al Contacto del Gremio.}
Tsukihiko apretó los dientes.
No tenía otra opción.
Si quería respuestas, si quería sobrevivir, tendría que encontrar a esa persona.
Porque ahora no solo él estaba en peligro.
Ahora, Kaoru también cargaba con una maldición.
Y el mundo entero quería verlo muerto.