El silencio era espeso en la habitación.
Rei no apartaba los ojos de Tsukihiko, como si analizara cada pequeño movimiento que hacía.
Él, por su parte, aún sentía su cuerpo pesado, pero al menos el dolor ya no lo cegaba.
Kaoru estaba a salvo.
Eso era lo único que importaba.
Pero el instinto de Tsukihiko le decía que esta mujer no los había rescatado por simple bondad.
—Dijiste que el Consejo Alfa no puede alcanzarnos aquí. —Su voz estaba algo ronca, como si no la hubiera usado en días.
Rei asintió.
—El Santuario de las Sombras es un territorio neutral. Ni los Alfa ni el Gremio tienen influencia aquí.
Tsukihiko entrecerró los ojos.
—Eso suena demasiado bueno para ser verdad.
Rei sonrió con un destello de diversión en su mirada.
—Eso depende de tu definición de ‘bueno’.
Antes de que Tsukihiko pudiera preguntar a qué se refería, la puerta se deslizó suavemente y una nueva figura entró.
Era un anciano de cabellos plateados, con una túnica negra adornada con patrones en rojo oscuro. Sus ojos, de un dorado apagado, se posaron sobre Tsukihiko con una mezcla de curiosidad y juicio.
Rei se puso de pie y se inclinó levemente ante él.
—Maestro Jin.
El anciano asintió en reconocimiento antes de fijar toda su atención en Tsukihiko.
—Así que tú eres el cachorro que ha traído el caos hasta nuestras puertas.
Tsukihiko apretó los dientes.
—No pedí que me trajeran aquí.
Jin dejó escapar una pequeña risa.
—No, pero eso no cambia el hecho de que ahora eres nuestro problema.
Había algo en su tono que le hizo sentir un escalofrío.
Rei se cruzó de brazos.
—No seas tan duro con él, Maestro. Apenas ha despertado.
El anciano suspiró.
—Supongo que tienes razón. Pero necesitamos respuestas.
Jin caminó lentamente hacia él y se detuvo justo al lado de su futón.
—Dime, muchacho. ¿Sabes realmente qué es ese niño que trajiste contigo?
Tsukihiko tragó saliva.
El Contacto había mencionado que Kaoru tenía la sangre de aquellos que una vez desafiaron el dominio de los Alfa.
Pero…
—No conozco los detalles.
Jin lo observó por un momento antes de hablar.
—Ese niño es un descendiente directo de los Linajes Perdidos.
La habitación pareció volverse más fría.
Tsukihiko sintió su pulso acelerarse.
Había escuchado esa historia antes.
En los libros prohibidos.
En los susurros de los ancianos que temían siquiera pronunciar sus nombres.
Los Linajes Perdidos eran cambiaformas que habían intentado derrocar a los Alfa hace siglos. Eran distintos, con habilidades que desafiaban las leyes naturales.
Se decía que habían sido exterminados hasta el último.
Pero si Jin decía la verdad…
Kaoru era una prueba viviente de que la historia había mentido.
—No entiendo… ¿Por qué el Consejo Alfa lo teme tanto?
Jin sonrió con amargura.
—Porque su existencia podría destruir todo el sistema que han construido.
**Ecos del Pasado**
El anciano se sentó con las piernas cruzadas, como si estuviera a punto de contar un cuento prohibido.
—Hace siglos, los Linajes Perdidos no solo eran cambiaformas. Eran los primeros. Los originales.
Tsukihiko contuvo la respiración.
—Su sangre es más antigua, más pura. Y con eso vienen habilidades que el resto de nosotros no podemos ni imaginar.
Hizo una pausa antes de continuar.
—Los Alfa sabían que nunca podrían controlarlos, así que hicieron lo único que podían hacer. Los traicionaron.
El joven sintió su estómago retorcerse.
La historia siempre había dicho que los Linajes Perdidos intentaron apoderarse del mundo.
Pero… ¿y si fue al revés?
Jin lo miró con seriedad.
—Kaoru es un descendiente de ese linaje. Si sobrevive, podría cambiar el destino de todos los cambiaformas.
Tsukihiko sintió un nudo en la garganta.
Sabía que estaba protegiendo a alguien importante.
Pero no tenía idea de cuán importante era realmente.
Rei se inclinó contra la pared.
—Por eso el Consejo Alfa quiere su cabeza antes de que alguien descubra la verdad.
Tsukihiko cerró los ojos un momento, dejando que la información se asentara.
Entonces los abrió con determinación.
—Si eso es cierto… necesito respuestas.
Jin sonrió levemente.
—Eso depende. ¿Estás dispuesto a pagar el precio?
**El Camino del Guardián**
Tsukihiko sintió el peso de esas palabras.
Sabía que el precio de la verdad nunca era barato.
—Haré lo que sea necesario.
Jin asintió, satisfecho con su respuesta.
—Entonces hay algo que debes hacer primero.
El anciano se puso de pie y Rei hizo lo mismo.
—Si quieres proteger a Kaoru, no puedes seguir siendo tan débil.
Tsukihiko sintió una punzada de irritación, pero no pudo negarlo.
Había pasado demasiado tiempo huyendo, dependiendo de su astucia y del sistema para sobrevivir.
Si de verdad quería proteger a Kaoru…
No podía seguir siendo solo un fugitivo.
Tenía que convertirse en algo más.
Jin señaló la puerta.
—Sígueme.
Tsukihiko se obligó a ponerse de pie. Su cuerpo protestó, pero ignoró el dolor.
Si esto significaba que tendría una oportunidad real de mantener a Kaoru a salvo…
Lo haría.
Sin importar el costo.
Cuando salió de la habitación, el aire fresco de la noche lo envolvió.
La luna estaba alta en el cielo, iluminando los edificios del Santuario con un brillo pálido.
Jin y Rei lo guiaron a través de los pasillos de piedra hasta llegar a una gran explanada oculta entre los árboles.
En el centro, varias figuras estaban reunidas, entrenando con movimientos precisos y letales.
Jin extendió una mano.
—Bienvenido al Verdadero Santuario.
Los cambiaformas que entrenaban detuvieron su práctica y se volvieron hacia ellos.
Sus ojos brillaban en la oscuridad.
No como depredadores…
Sino como guerreros.
Jin lo miró con expectación.
—Si realmente quieres pelear contra el destino… es hora de que empieces a aprender.
Tsukihiko miró a su alrededor y apretó los puños.
No sabía qué le esperaba.
Pero sí sabía una cosa.
No volvería a huir.