Tsukihiko despertó con el aroma de hierbas amargas flotando en el aire.
Su cuerpo dolía. No de una manera insoportable, pero suficiente como para recordarle que aún estaba lejos de ser un verdadero guerrero.
Cuando abrió los ojos, la tenue luz de la habitación le reveló un techo de madera oscura y cortinas desgastadas. No estaba en la choza donde había dormido la noche anterior.
Se incorporó con cautela.
Kaoru dormía cerca, envuelto en mantas gruesas. Su fiebre había bajado, aunque su expresión seguía tensa incluso en el sueño.
—Finalmente despiertas.
Tsukihiko giró la cabeza rápidamente.
Jin estaba en la entrada, observándolo con los brazos cruzados. A su lado, Rei mantenía su sonrisa de costumbre, aunque sus ojos evaluaban cada movimiento de Tsukihiko.
—Dormiste más de lo esperado —comentó ella, acercándose y dejando caer una bolsa de tela a sus pies—. Come algo. No podemos permitirnos un Guardián que se desplome a mitad del camino.
Tsukihiko frunció el ceño.
—Aún no soy un Guardián.
—No —Jin habló con calma, su voz cargada de significado—. Pero llevas la marca de alguien que puede llegar a serlo.
Tsukihiko sintió un escalofrío recorrer su espalda.
Había sentido algo diferente después de la pelea contra Rei. Como si una parte dormida de su ser se hubiera despertado.
—¿Qué me hicieron? —preguntó, con la voz más baja de lo que pretendía.
Jin se sentó frente a él.
—Desbloqueamos algo que ya estaba en ti.
Tsukihiko apretó los labios.
—Eso no explica nada.
El anciano sonrió apenas.
—Al contrario. Lo explica todo.
Tsukihiko sintió su frustración crecer, pero antes de que pudiera replicar, Rei se dejó caer junto a él, con su expresión relajada.
—Tuviste un pequeño despertar, eso es todo. No es inusual para los que llevan la sangre correcta.
Sus palabras lo hicieron estremecer.
—¿La sangre correcta?
Jin intercambió una mirada con Rei antes de responder.
—Sabes que Kaoru no es un omega cualquiera.
Tsukihiko asintió con cautela.
—Tampoco tú lo eres.
Las palabras se sintieron como un golpe en el pecho.
—Eso es imposible.
—¿Lo es? —Rei arqueó una ceja—. Un omega que desafía a los Alfa, que sobrevive a cosas que deberían haberlo matado, que desarrolla habilidades que otros de su casta jamás han mostrado.
Tsukihiko abrió la boca para negar sus palabras, pero se detuvo.
Porque en el fondo, una parte de él ya había sospechado lo mismo.
Siempre había sido diferente.
Siempre había sentido que algo en él no encajaba con la forma en que los demás lo veían.
—Entonces… ¿qué soy?
Jin se inclinó ligeramente hacia él.
—Esa es la pregunta que deberás responder tú mismo.
El silencio se instaló en la habitación.
Tsukihiko bajó la mirada a sus propias manos.
No le gustaba la incertidumbre.
No le gustaba no saber quién era realmente.
Pero algo dentro de él sabía que este era solo el principio.
Fuera lo que fuera, la verdad lo estaba esperando.
Y no tenía más opción que enfrentarla.