El aire nocturno estaba cargado de humedad y el leve resplandor de las antorchas proyectaba sombras irregulares en los pasillos del Santuario.
Tsukihiko avanzaba con pasos firmes, pero su mente seguía atrapada en la batalla contra la criatura. Su cuerpo aún dolía, pero algo dentro de él se sentía… diferente. Más agudo. Más fuerte.
—No está mal para un principiante. —La voz de Rei lo sacó de sus pensamientos.
Ella caminaba a su lado, con su expresión despreocupada de siempre. Pero esta vez, había algo más en su mirada. Algo que no había estado allí antes.
¿Respeto?
Tsukihiko no estaba seguro, pero no le dio demasiadas vueltas.
—¿Qué sigue? —preguntó con voz firme.
Rei sonrió.
—Sigues vivo, así que ahora tenemos que ver si puedes pelear en equipo.
Tsukihiko frunció el ceño.
—¿En equipo?
—No esperes hacerlo todo solo. —La sonrisa de Rei se ensanchó—. No es una opción en el Santuario.
Antes de que pudiera preguntar más, llegaron a un patio abierto.
Varios cambiaformas estaban reunidos alrededor de un círculo de piedra, algunos conversando en voz baja, otros observando el centro con interés.
Jin estaba allí, esperándolos.
—Bienvenido a la segunda prueba, Tsukihiko.
El joven omega enderezó la espalda.
—¿En qué consiste?
El anciano señaló el círculo de piedra.
—Un combate por equipos.
Tsukihiko notó que no estaba solo en el centro.
Kaoru estaba allí.
Su expresión era seria, aunque sus ojos se suavizaron apenas cuando vio a Tsukihiko.
—Kaoru y tú harán equipo contra otros dos aprendices.
Tsukihiko apretó los dientes.
Kaoru aún no estaba completamente recuperado.
—No parece justo.
—La vida rara vez lo es. —Jin hizo un gesto y dos figuras entraron en el círculo.
Dos cambiaformas de complexión atlética, con miradas calculadoras.
—Las reglas son simples. —Jin cruzó los brazos—. No está permitido matar, pero todo lo demás es válido.
Kaoru giró la cabeza hacia él.
—¿Estás listo?
Tsukihiko no lo dudó.
—Siempre.
**Sincronía en la Batalla**
El combate comenzó sin advertencia.
Los oponentes se movieron con velocidad, dividiéndose para atacarlos desde ángulos diferentes.
Tsukihiko apenas tuvo tiempo de esquivar un golpe dirigido a su cabeza.
Kaoru, por su parte, se deslizó bajo el ataque de su contrincante y lanzó una patada a su estómago.
Los movimientos del chico eran fluidos, precisos.
Pero estaban en desventaja.
Ambos eran más pequeños y menos experimentados que sus oponentes.
Tsukihiko desvió un ataque y giró sobre sus talones, aprovechando su agilidad para deslizarse detrás de su enemigo y golpearle la espalda.
Pero el otro cambiaformas era rápido. Se giró y atrapó su brazo, bloqueando el siguiente golpe.
Tsukihiko sintió que lo empujaban hacia atrás, pero no perdió el equilibrio.
Kaoru, mientras tanto, luchaba con fiereza, aunque su respiración comenzaba a agitarse.
No podemos seguir así.
Tenían que hacer algo.
—Kaoru —llamó Tsukihiko, esquivando otro ataque—. Usa mi impulso.
El chico entendió de inmediato.
Tsukihiko se lanzó hacia adelante, como si fuera a atacar de frente, pero en el último momento, giró y entrelazó sus manos, ofreciéndole apoyo a Kaoru.
El niño saltó, usando las manos de Tsukihiko como base, y se impulsó en el aire, lanzando una patada descendente que impactó directamente en el rostro de su oponente.
El cambiaformas cayó al suelo con un gruñido.
Un murmullo recorrió a los espectadores.
Tsukihiko sonrió.
Ahora estaban a la ofensiva.
**Más Allá del Combate**
El enfrentamiento duró varios minutos más, hasta que finalmente, sus oponentes quedaron en el suelo, incapaces de continuar.
Jin levantó una mano.
—Suficiente.
Los espectadores guardaron silencio.
Tsukihiko ayudó a Kaoru a ponerse de pie.
Su pecho subía y bajaba rápidamente, pero en sus ojos había un brillo de satisfacción.
—No estuvo mal —murmuró Kaoru.
Tsukihiko sonrió.
—Podría acostumbrarme a esto.
Jin se acercó y los observó con atención.
—Han demostrado que pueden trabajar juntos. Eso es lo que realmente importa en el Santuario.
Rei cruzó los brazos, con una media sonrisa.
—Quizás tengan futuro después de todo.
Tsukihiko sintió algo en su pecho.
Algo que no había sentido en mucho tiempo.
Pertenencia.
Por primera vez desde que había huido, tenía un propósito.
Y aunque el camino por delante seguía siendo incierto…
No estaba solo.