El aire estaba impregnado con el olor del bosque quemado y la sangre derramada.
El Santuario ya no era un refugio seguro, sino un punto de partida para algo más grande.
Los cambiaformas que habían sobrevivido al ataque se movían con propósito. Algunos vendaban sus heridas, otros afilaban sus armas, y los más fuertes patrullaban los alrededores.
Pero en el centro de todo, Tsukihiko, Kaoru, Jin y Rei trazaban el siguiente movimiento.
—Si queremos pelear contra los Alfa, necesitamos más que solo determinación —dijo Jin, su mirada fija en el mapa extendido sobre la mesa de piedra.
Rei asintió.
—Nuestro grupo es fuerte, pero no lo suficiente como para enfrentarnos a una casta entera. Si queremos ganar, necesitamos aliados.
Kaoru se inclinó sobre el mapa.
—¿Quiénes podrían ayudarnos?
Jin señaló varios puntos en el pergamino.
—Hay clanes que han sido marginados por el Consejo Alfa. Antiguas tribus que aún se ocultan en las sombras.
Tsukihiko frunció el ceño.
—Si han permanecido ocultos todo este tiempo, ¿por qué habrían de ayudarnos?
Jin sonrió levemente.
—Porque si los Alfa nos destruyen, ellos serán los siguientes.
La sala quedó en silencio.
Todos sabían que era cierto.
Rei suspiró, apoyando una mano en su cadera.
—Entonces… ¿qué sugieres?
Jin recorrió el mapa con el dedo.
—Nos dividiremos. Algunos buscarán alianzas. Otros entrenarán para la guerra.
Tsukihiko y Kaoru intercambiaron miradas.
—Nosotros queremos entrenar —dijo Tsukihiko con determinación.
Kaoru asintió.
—No podemos liderar una batalla sin la fuerza para pelearla.
Jin los observó en silencio antes de asentir.
—Muy bien. Entonces prepárense.
Se enderezó y su mirada se endureció.
—El entrenamiento de los Guardianes de Sangre comienza ahora.
**Los Guardianes Renacidos**
Los días siguientes fueron brutales.
Tsukihiko y Kaoru entrenaron bajo la supervisión de Rei y Jin, enfrentándose a pruebas diseñadas para romperlos… y reconstruirlos.
Primero, la resistencia.
Corrieron durante horas a través del bosque, esquivando trampas naturales y soportando el peso de cargas pesadas en sus espaldas.
Cuando pensaban que no podían más, Rei los obligaba a continuar.
Segundo, el combate.
Lucharon contra los guerreros más experimentados del Santuario. Al principio, Tsukihiko y Kaoru fueron derribados fácilmente. Pero cada derrota fue una lección.
Aprendieron a moverse más rápido. A leer los movimientos de sus oponentes.
Tsukihiko aprovechó sus reflejos mejorados y su nueva habilidad de regeneración para resistir golpes que antes lo habrían dejado fuera de combate.
Kaoru, por otro lado, comenzó a desbloquear más de su herencia ancestral.
Sus ataques se volvieron más rápidos. Su fuerza aumentó.
Pero también comenzó a perder el control.
Más de una vez, Jin tuvo que intervenir cuando Kaoru se dejaba llevar por la furia de su sangre.
—Si no aprendes a dominar este poder, se convertirá en tu debilidad —le advirtió el anciano.
Kaoru apretó los puños, frustrado.
—Entonces enséñame cómo.
Jin sonrió levemente.
—Eso haré.
Tercero, la conexión con su instinto.
Para Tsukihiko, esto significó aprender a usar el sistema de una manera diferente.
El sistema no solo lo guiaba.
También le daba pistas.
Le enseñaba a leer el peligro antes de que ocurriera.
Cuando cerraba los ojos, podía sentir el flujo del combate antes de que comenzara.
Era más que un arma.
Era una extensión de su ser.
Kaoru, por su parte, aprendió a canalizar su poder sin dejarse consumir por él.
Sus ojos seguían brillando con el resplandor dorado de su linaje, pero ahora… no lo dominaba.
Él lo dominaba a él.
Después de semanas de entrenamiento, Jin los reunió.
—Han demostrado que tienen la voluntad de convertirse en guerreros.
Se giró hacia Tsukihiko.
—Tsukihiko, te nombro Guardián de Sangre.
El título cayó sobre él con un peso real.
No era solo un nombre.
Era un juramento.
Se giró hacia Kaoru.
—Kaoru, tú eres la clave de esta guerra. Y ahora, finalmente, eres lo suficientemente fuerte para luchar por tu propio destino.
Kaoru asintió.
—No me esconderé más.
Jin sonrió.
—Entonces, ha llegado el momento de hacer nuestra jugada.
**La Alianza de las Sombras**
Los espías del Santuario habían traído noticias.
El Consejo Alfa estaba reuniendo sus fuerzas.
Pronto, lanzarían un ataque final para erradicar a los restos del Santuario.
Pero esta vez… no serían ellos quienes huirían.
Esta vez, pelearían.
El plan era claro.
Los cambiaformas del Santuario se dividirían en grupos.
Uno buscaría más aliados.
Otro, liderado por Tsukihiko y Kaoru, infiltraría la fortaleza de los Alfa y desmantelaría su organización desde dentro.
Era un riesgo enorme.
Pero era su única oportunidad.
Rei les entregó capas oscuras.
—Si vamos a infiltrarnos en el Consejo Alfa, tenemos que hacerlo como sombras.
Kaoru se envolvió en la suya, ajustándola con firmeza.
—No seremos sombras. Seremos la tormenta.
Tsukihiko sonrió.
—Entonces llevemos la tormenta hasta su puerta.
Con los planes trazados, partieron esa misma noche.
El viaje sería peligroso.
La misión, casi suicida.
Pero si tenían éxito…
El dominio de los Alfa llegaría a su fin.
Y con ello…
La verdadera revolución comenzaría.