El viento soplaba frío en la noche mientras Tsukihiko, Kaoru y su equipo avanzaban por el terreno rocoso que conducía a la fortaleza del Consejo Alfa. El aire estaba impregnado con el aroma de la lluvia lejana y el sonido distante de la actividad en la ciudad.
Cada paso que daban los acercaba a su objetivo.
La infiltración no sería sencilla.
El Consejo Alfa no solo estaba protegido por guardias altamente entrenados, sino por un sistema de seguridad basado en los instintos de los cambiaformas.
Los intrusos serían detectados antes de que siquiera se acercaran.
Por eso, necesitaban algo más que sigilo.
Necesitaban engaño.
Rei, quien lideraba la operación junto a ellos, hizo una señal para que se detuvieran.
—Aquí nos separamos —susurró.
Tsukihiko asintió.
El plan era simple en papel: Rei y otro grupo crearían una distracción al otro lado de la ciudad, mientras Tsukihiko y Kaoru se infiltraban en la fortaleza desde el acceso menos protegido: las catacumbas.
Un susurro en la oscuridad los interrumpió.
—Está todo listo.
Era uno de los informantes del Santuario, un cambiaformas delgado y ágil llamado Shun.
—Los guardias están en su patrulla nocturna. Si se mueven ahora, tendrán unos minutos antes de que el ciclo se repita.
Rei se giró hacia Tsukihiko y Kaoru.
—Tienen que ser rápidos. Si nos descubren antes de que lleguen a su objetivo, toda la operación se vendrá abajo.
Kaoru sonrió con confianza.
—No nos descubrirán.
Tsukihiko no estaba tan seguro, pero no dijo nada.
No había tiempo para dudas.
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Sombras Bajo la Tierra
Las catacumbas se extendían bajo la ciudad como un laberinto olvidado.
El aire allí era húmedo y sofocante, impregnado con el aroma de piedra mojada y muerte antigua.
Tsukihiko y Kaoru se movían en completo silencio, siguiendo el mapa que Jin les había proporcionado.
Cada paso resonaba demasiado fuerte en la oscuridad.
Kaoru se giró hacia él.
—¿Seguro que este es el camino correcto?
Tsukihiko asintió.
—Según la información de Jin, sí.
Pero no podía ignorar el nudo en su estómago.
Algo estaba mal.
El sistema, que solía dar alertas en momentos de peligro, estaba extrañamente silencioso.
Era como si estuviera… esperando.
De repente, un sonido los hizo detenerse.
Un susurro.
Pero no era el viento.
Era algo más…
Algo vivo.
Kaoru entrecerró los ojos, intentando ver a través de la penumbra.
—Hay alguien aquí.
Antes de que Tsukihiko pudiera responder, una figura emergió de la oscuridad.
Un cambiaformas de ojos brillantes y una sonrisa afilada.
—Parece que los rumores eran ciertos.
Kaoru y Tsukihiko se tensaron.
Habían sido descubiertos.
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Enfrentando al Guardián
El desconocido los observó con interés.
—No esperaba verlos aquí. Pero supongo que ustedes tampoco me esperaban a mí.
Tsukihiko sintió un escalofrío.
—¿Quién eres?
El hombre inclinó la cabeza.
—Mi nombre no importa. Solo necesitas saber que sirvo al Consejo Alfa.
Kaoru dio un paso adelante.
—Si realmente sirvieras al Consejo, ya habrías dado la alarma.
El cambiaformas sonrió.
—Tienes razón. Pero verán…
Desapareció.
Tsukihiko apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el hombre reapareciera detrás de Kaoru.
—…me divierte más jugar un poco.
Kaoru giró, bloqueando un ataque con reflejos sobrehumanos.
El impacto resonó en la caverna, enviando una onda de choque que levantó polvo y piedras.
Tsukihiko sacó su daga y se lanzó hacia el enemigo.
El cambiaformas se deslizó fuera de su alcance con una agilidad inhumana.
—Interesante. Muy interesante.
Los observó con una expresión de diversión, como si fueran meros experimentos en un juego que solo él entendía.
Kaoru no perdió tiempo.
Se impulsó hacia adelante, atacando con una velocidad que incluso Tsukihiko tuvo problemas para seguir.
Pero el enemigo era más rápido.
Esquivó cada golpe con una facilidad escalofriante.
Tsukihiko intentó rodearlo, buscando un punto ciego.
Pero antes de que pudiera reaccionar, sintió un golpe en el pecho que lo envió contra la pared de piedra.
El dolor le sacó el aire de los pulmones.
Kaoru gruñó, lanzándose de nuevo al ataque, pero el cambiaformas lo bloqueó con una mano.
—No están listos para esto.
La presión en el aire aumentó.
Tsukihiko sintió un escalofrío recorrer su espalda.
El enemigo estaba jugando con ellos.
Y lo peor era que lo sabía.
No podían ganar esta pelea.
Pero si no hacían algo… no saldrían de allí con vida.
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El Último Recurso
Tsukihiko cerró los ojos por un segundo.
Piensa.
No podían vencerlo en un combate directo.
Pero…
Su mirada recorrió la caverna.
Las paredes eran inestables.
Si lograban hacerlas colapsar…
Se giró hacia Kaoru.
—Derrumba el techo.
Kaoru lo miró con sorpresa, pero solo tardó un instante en entender.
Asintió.
Sin perder más tiempo, canalizó su poder ancestral.
Sus ojos brillaron con intensidad y la energía en el aire se volvió densa.
El cambiaformas se tensó.
—¿Qué están haciendo?
El suelo comenzó a temblar.
Las paredes vibraron con un crujido amenazante.
Kaoru alzó las manos y el techo de la caverna se resquebrajó.
El enemigo maldijo en voz baja.
—Muy bien. Jugaré con ustedes otro día.
Desapareció en un parpadeo, su silueta desvaneciéndose en las sombras.
Pero Tsukihiko y Kaoru no tenían tiempo de preocuparse por él.
El techo colapsó.
Se lanzaron hacia adelante justo cuando las rocas caían tras ellos.
El estruendo de la caverna derrumbándose llenó sus oídos.
Pero cuando la polvareda se asentó, estaban en un túnel diferente.
Y al final de ese túnel…
La fortaleza Alfa los esperaba.
Kaoru jadeó.
—Eso… estuvo demasiado cerca.
Tsukihiko se enderezó.
—Sí. Pero logramos entrar.
Kaoru miró hacia la salida del túnel.
—Ahora viene la parte difícil.
Tsukihiko asintió.
El verdadero peligro apenas comenzaba.