Capítulo 21: Dentro de la Fortaleza

El túnel parecía interminable, con paredes de piedra oscura y un aire sofocante que se pegaba a la piel como un presagio. Tsukihiko y Kaoru avanzaban en completo silencio, con la única compañía de sus propios latidos resonando en sus oídos.

Cada paso los acercaba a la fortaleza del Consejo Alfa, el corazón del poder que había gobernado a los cambiaformas durante siglos.

El sistema seguía en silencio.

Y eso lo preocupaba.

Desde su despertar, el sistema lo había guiado, advertido, incluso salvado. Pero ahora, en el momento en que más necesitaba información, no había ninguna alerta ni misión nueva.

Era como si algo lo estuviera bloqueando.

Kaoru se inclinó hacia él.

—Ese cambiaformas en las catacumbas… —susurró—. No era un simple guardia.

Tsukihiko asintió.

—Era más fuerte que cualquier otro Alfa que hayamos enfrentado.

Kaoru frunció el ceño.

—¿Y por qué no nos mató?

Era la pregunta que había estado rondando su cabeza desde que escaparon.

Los Alfa no eran misericordiosos.

Si ese cambiaformas los había dejado vivir, significaba que quería que siguieran adelante.

Pero para qué propósito?

Antes de que pudiera responder, el pasadizo se abrió en una gran cámara subterránea.

Y en el centro de la habitación…

Una puerta metálica cubierta de inscripciones antiguas.

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El Pasaje Prohibido

La puerta era inmensa, oscura y fría como el acero de una tumba olvidada.

A lo largo de su superficie, símbolos extraños resplandecían con una tenue luz azul.

Kaoru se acercó y pasó los dedos por las inscripciones.

—Estos símbolos… pertenecen a los Linajes Perdidos.

Tsukihiko sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Cómo lo sabes?

Kaoru no apartó la mirada de la puerta.

—No lo sé. Simplemente… lo siento.

Como si su sangre reconociera este lugar.

Tsukihiko tragó saliva.

¿Qué había detrás de esa puerta?

Antes de que pudiera preguntar más, el sistema parpadeó en su mente.

{Misión especial activada: Cruza el Pasaje Prohibido.}

{Advertencia: Peligro inminente.}

Peligro.

Tsukihiko apenas tuvo tiempo de procesar la advertencia cuando la puerta se abrió sola.

Un viento helado los envolvió, trayendo consigo un murmullo apenas perceptible, como voces antiguas susurrando desde más allá del tiempo.

Kaoru se tensó.

—No estamos solos.

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Ecos del Pasado

El pasillo más allá de la puerta estaba iluminado por una luz espectral, proyectando sombras alargadas en las paredes de piedra.

A medida que avanzaban, Tsukihiko notó que las inscripciones se volvían más densas, cubriendo cada centímetro del corredor.

Pero no eran solo símbolos.

Eran historias.

Fragmentos de un pasado olvidado.

Batallas contra los Alfa.

Cambiaformas con habilidades inhumanas.

Un linaje exterminado.

Y en el centro de todo…

Una figura de cabello oscuro, con ojos dorados como el sol.

Tsukihiko sintió una punzada de reconocimiento.

Ya había visto esos ojos antes.

El sistema vibró en su mente.

{Información oculta detectada.}

{Acceso restringido.}

Tsukihiko se detuvo en seco.

¿Acceso restringido?

El sistema sabía algo sobre este lugar. Sobre esta historia.

Pero estaba bloqueado.

Antes de que pudiera analizarlo más, llegaron al final del pasillo.

Y allí, en una sala circular rodeada por antorchas de fuego azul, había un trono de piedra ennegrecida.

Y en ese trono…

Una figura encadenada.

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El Prisionero de la Eternidad

El hombre tenía el cabello largo y oscuro, cayendo en mechones desordenados sobre su rostro.

Su piel pálida contrastaba con las gruesas cadenas negras que lo sujetaban al trono.

Pero lo más aterrador eran sus ojos.

Dorados, brillantes como brasas vivas en la penumbra.

Kaoru se quedó inmóvil.

—No puede ser…

La figura levantó lentamente la cabeza y su mirada se encontró con la de Tsukihiko.

Una sonrisa cansada curvó sus labios.

—Así que… finalmente han llegado.

Su voz era profunda, rasposa, como si no hubiera hablado en siglos.

Tsukihiko sintió un nudo en la garganta.

—¿Quién eres?

El hombre inclinó la cabeza.

—Podría preguntarles lo mismo.

Kaoru se acercó un paso.

—Eres… como yo.

El prisionero lo miró con una intensidad que hizo que el aire se volviera pesado.

—No, niño. Tú eres como yo.

Kaoru se estremeció.

El sistema volvió a activarse en la mente de Tsukihiko, pero esta vez…

{Error en la base de datos.}

{Intentando restaurar archivos perdidos.}

{Advertencia: Presencia anómala detectada.}

Tsukihiko sintió un dolor agudo en la cabeza.

Memorias que no eran suyas parpadearon en su mente.

Gritos.

Fuego.

Una guerra.

Y en el centro de todo… los ojos dorados del hombre encadenado.

—¿Qué está pasando…? —susurró, llevándose una mano a la cabeza.

El prisionero lo observó con curiosidad.

—Parece que aún no recuerdas.

Tsukihiko lo miró con desesperación.

—¿Qué se supone que debo recordar?

El hombre sonrió.

—Quién eres realmente.

Kaoru entrecerró los ojos.

—¿Tienes algo que ver con los Linajes Perdidos?

El prisionero dejó escapar un suspiro.

—Mucho más de lo que imaginas.

El sistema zumbó en la mente de Tsukihiko.

Y luego, finalmente, habló.

{Identidad del prisionero confirmada.}

{Nombre: Renji Kurayami.}

{Último rey de los Linajes Perdidos.}

El mundo pareció tambalearse.

Kurayami.

El mismo apellido de Tsukihiko.

Y en ese instante, supo que la guerra que estaban peleando…

No había comenzado ahora.

Había comenzado mucho antes de que él naciera.