Capítulo 22: El Último Rey

El eco del nombre resonó en la mente de Tsukihiko como una sentencia.

Kurayami.

Su apellido.

El mismo que pertenecía al hombre encadenado ante ellos.

Kaoru giró la cabeza lentamente, su expresión endurecida por la incredulidad.

—¿Renji Kurayami? —susurró, como si el nombre tuviera un peso demasiado grande para pronunciarlo en voz alta.

El prisionero dejó escapar una risa suave, amarga.

—Veo que el Consejo ha hecho bien su trabajo. Los descendientes de mi linaje ni siquiera conocen su propia historia.

Tsukihiko sintió su corazón martillar en su pecho.

—¿Qué eres para mí?

Renji lo observó con detenimiento.

Sus ojos dorados parecieron penetrar directamente en su alma.

—Eso depende.

Tsukihiko apretó los puños.

—¿De qué?

El prisionero sonrió.

—De cuánto estás dispuesto a recordar.

El sistema vibró en su mente.

{Memorias bloqueadas detectadas.}

{¿Desea desbloquear los archivos ocultos?}

Tsukihiko sintió un escalofrío.

El sistema nunca había mencionado nada sobre archivos ocultos antes.

Miró a Kaoru, que lo observaba con preocupación.

Si aceptaba… algo cambiaría.

Pero si no lo hacía… nunca descubriría la verdad.

Apretó los dientes.

—Sí.

Un dolor agudo atravesó su cráneo.

Cayó de rodillas, llevándose las manos a la cabeza.

—¡Tsukihiko! —Kaoru intentó sujetarlo, pero el mundo ya se estaba desmoronando.

Los recuerdos lo arrastraron a una vorágine de imágenes.

Sangre en la nieve.

Un campo de batalla iluminado por la luna.

Hombres y mujeres con ojos dorados luchando contra sombras imponentes.

Una traición.

Un niño escondido entre las ruinas de un palacio en llamas.

Y la voz de un hombre…

"Escucha, Tsukihiko… No importa qué pase, vive. Algún día, entenderás quién eres realmente."

La visión se desvaneció.

Cuando el dolor cesó, Tsukihiko jadeaba, con el cuerpo temblando.

Sus ojos se encontraron con los de Renji.

—Tú… —su voz era apenas un susurro—. Eres mi padre.

Kaoru se quedó completamente inmóvil.

Renji sonrió.

—Bienvenido de vuelta, hijo.

---

El Legado Perdido

El silencio que siguió fue pesado, denso como la niebla en la madrugada.

Tsukihiko apenas podía procesar lo que acababa de recordar.

Su padre.

El último rey de los Linajes Perdidos.

Kaoru fue el primero en reaccionar.

—Espera… ¿qué significa esto?

Renji lo miró con calma.

—Que Tsukihiko es el último heredero legítimo del trono de los Linajes Perdidos.

Kaoru parpadeó.

—Eso no tiene sentido. Él es un omega.

Renji dejó escapar una leve risa.

—No todo lo que el Consejo Alfa les ha dicho sobre los Linajes Perdidos es verdad.

Tsukihiko sintió su estómago retorcerse.

—¿Qué quieres decir?

Renji se inclinó hacia adelante, haciendo sonar las cadenas que lo mantenían prisionero.

—Los Linajes Perdidos no eran simplemente cambiaformas más fuertes. Eran la casta original. Aquellos que dominaron este mundo antes de que los Alfa tomaran el poder.

Su mirada se endureció.

—¿Y sabes cómo lo lograron?

Tsukihiko negó lentamente con la cabeza.

Renji sonrió.

—Porque los Linajes Perdidos no tenían omegas.

Kaoru contuvo la respiración.

Tsukihiko sintió que su mente daba un vuelco.

—Eso… no es posible.

—Lo es. —Renji inclinó la cabeza—. La clasificación de Alfa, Beta y Omega fue impuesta después de la guerra. Antes de eso, todos los cambiaformas tenían el potencial de ser fuertes.

Tsukihiko sintió rabia ardiendo en su pecho.

Toda su vida, le habían dicho que los omegas eran débiles. Que su único propósito era someterse a los Alfa.

Pero si eso no era verdad…

Renji observó su reacción con satisfacción.

—Ahora entiendes por qué el Consejo Alfa teme tanto a la verdad.

Kaoru frunció el ceño.

—Si todo esto es cierto… ¿por qué sigues vivo?

El prisionero suspiró.

—Porque me necesitan.

Tsukihiko se tensó.

—¿Para qué?

Renji sonrió, pero esta vez, fue una sonrisa cruel.

—Para controlar la única fuente de poder que aún no han logrado dominar.

Kaoru se adelantó un paso.

—¿Cuál es?

Renji lo miró con seriedad.

—El despertar completo de la Sangre Ancestral.

Un escalofrío recorrió la espalda de Tsukihiko.

El sistema volvió a activarse en su mente.

{Advertencia: Información restringida.}

{El acceso a la Sangre Ancestral requiere autorización especial.}

Tsukihiko se apoyó contra la pared, respirando con dificultad.

El sistema estaba escondiéndole cosas.

Había algo dentro de él que aún no comprendía.

Renji lo observó con intensidad.

—Si me liberan, les contaré todo.

Kaoru y Tsukihiko intercambiaron una mirada.

Liberarlo significaba arriesgarse a una trampa.

Pero dejarlo encadenado significaba perder la única oportunidad de conocer la verdad.

Kaoru habló primero.

—¿Cómo sabemos que no nos traicionarás?

Renji se encogió de hombros.

—No lo saben.

Tsukihiko apretó los dientes.

Pero algo dentro de él… le decía que debía hacerlo.

No había llegado hasta aquí para dudar ahora.

Con una última mirada a Kaoru, sacó su daga.

Se acercó a su padre.

Y con un solo corte, rompió las cadenas.

Renji se puso de pie, estirando lentamente su cuerpo.

El aire en la sala pareció vibrar.

Sus ojos dorados brillaron con intensidad.

—Ahora sí… —dijo, con una sonrisa peligrosa—. La guerra realmente ha comenzado.

Tsukihiko sintió que su corazón latía con fuerza.

Había liberado a su padre.

Había despertado un legado que los Alfa habían intentado enterrar.

Y ahora… nada podría detener lo que venía.