El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando Tsukihiko, Kaoru, Renji y Minoru partieron de la Ciudad de los Exiliados. Su destino: la Ciudad Olvidada, el lugar donde el pasado de los cambiaformas había sido enterrado y donde, supuestamente, se encontraba el Pacto de los Reyes.
El grupo avanzaba con rapidez, atravesando terrenos desconocidos mientras el viento frío silbaba entre los árboles. La tensión era palpable. Todos sabían que este viaje era un punto de no retorno.
Minoru, montado sobre su bestia de carga —un enorme lobo negro con ojos rojos—, fue el primero en romper el silencio.
—¿Alguna vez se han preguntado por qué nadie ha logrado entrar en la Ciudad Olvidada?
Kaoru lo miró de reojo.
—Supongo que porque el Consejo Alfa la mantiene oculta.
Minoru sonrió con astucia.
—No exactamente. El Consejo también la teme.
Tsukihiko se tensó.
—Explícate.
Minoru pasó una mano por el cuello de su lobo y exhaló con calma.
—La Ciudad Olvidada no fue solo el último bastión de los Linajes Perdidos. Fue su prisión.
Kaoru frunció el ceño.
—¿Prisión?
Renji, quien había permanecido en silencio, finalmente habló.
—No es solo una ciudad. Es un sello.
El aire pareció enfriarse con esas palabras.
Tsukihiko miró a su padre con cautela.
—¿Qué es lo que está sellado allí?
Renji lo miró con seriedad.
—La razón por la que los Alfa lograron ganar la guerra.
Tsukihiko sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Quieres decir que… hay algo dentro que puede cambiar el rumbo de esta guerra?
Minoru sonrió.
—Exacto.
Kaoru apretó los puños.
—Entonces no podemos detenernos.
Y así, el grupo continuó su marcha, con la certeza de que el peligro no estaba solo en los Alfa que los perseguían…
Sino en lo que encontrarían dentro de la Ciudad Olvidada.
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Sombras en la Niebla
Después de tres días de viaje, el terreno cambió drásticamente.
La vegetación desapareció, reemplazada por un suelo árido cubierto de grietas profundas. La niebla oscurecía el horizonte, creando la ilusión de que el mundo terminaba justo frente a ellos.
—Estamos cerca —murmuró Renji.
Minoru detuvo a su lobo y bajó de un salto.
—A partir de aquí, debemos avanzar a pie.
Tsukihiko miró el paisaje con cautela.
—¿Por qué?
Minoru sonrió con su típica arrogancia.
—Porque si seguimos a caballo o en lobo, despertaremos a los guardianes.
Kaoru tragó saliva.
—¿Guardianes?
Renji asintió.
—La ciudad está protegida por algo más antiguo que los cambiaformas.
Tsukihiko no necesitó más explicaciones. Algo estaba observándolos.
El sistema parpadeó en su mente.
{Análisis en curso…}
{Presencias no identificadas detectadas.}
{Estado: Inactivas, pero alertas.}
Kaoru se giró hacia Minoru con el ceño fruncido.
—Si hay guardianes, ¿cómo piensas entrar?
Minoru sacó un pergamino de su túnica y lo extendió frente a ellos.
—Con esto.
Renji se inclinó para verlo.
—¿Dónde conseguiste esto?
Minoru sonrió con orgullo.
—Digamos que tengo mis contactos.
Kaoru bufó.
—Si los Alfa no han podido entrar en siglos, dudo que un simple pergamino sea la solución.
Minoru le lanzó una mirada afilada.
—No es un simple pergamino. Es un fragmento del sello original.
Tsukihiko sintió que su corazón se aceleraba.
—Entonces… ¿esto abrirá la ciudad?
Minoru se encogió de hombros.
—Si todo sale bien, sí.
Kaoru suspiró.
—¿Y si no?
Minoru sonrió con diversión.
—Entonces morimos.
El silencio que siguió fue ensordecedor.
Renji soltó una carcajada.
—Siempre tan dramático, Minoru.
Tsukihiko respiró hondo.
No había vuelta atrás.
—Hagámoslo.
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El Umbral de la Ciudad Perdida
Con el pergamino en manos de Minoru, el grupo avanzó entre la niebla espesa.
Cada paso que daban hacía que la presión en el aire aumentara.
El suelo vibraba con una energía latente.
Y entonces, la vieron.
Las puertas de la Ciudad Olvidada.
Eran colosales, hechas de una piedra negra cubierta de símbolos brillantes que parecían moverse por sí solos.
Kaoru tragó saliva.
—Esto… es más antiguo que cualquier otra cosa que haya visto.
Renji asintió con solemnidad.
—Porque fue construido antes de que los Alfa existieran.
Minoru se adelantó y colocó el pergamino sobre la puerta.
Un sonido gutural resonó en el aire.
Los símbolos se iluminaron con un resplandor dorado.
Y entonces…
Las puertas comenzaron a abrirse.
El viento se arremolinó a su alrededor, levantando polvo y cenizas antiguas.
Kaoru se cubrió los ojos con un brazo.
—¡Está funcionando!
Pero antes de que pudieran celebrar, el sistema de Tsukihiko gritó en su mente.
{ALERTA.}
{PRESENCIA HOSTIL ACTIVADA.}
{NIVEL DE AMENAZA: DESCONOCIDO.}
Tsukihiko sintió el peligro incluso antes de verlo.
Desde las sombras más profundas, algo comenzó a surgir.
Primero, fue un par de ojos brillantes.
Luego, garras afiladas golpeando la piedra.
Y finalmente, una silueta masiva, envuelta en una armadura oscura, con un aura de puro poder.
Un Guardián de la Ciudad Olvidada.
El ser se inclinó hacia ellos, su voz resonando como el eco de un trueno distante.
—¿QUIÉNES OSAN CRUZAR ESTE UMBRAL?
Kaoru desenvainó su espada de inmediato.
—No me gusta la bienvenida.
Renji sonrió.
—Nunca es fácil recuperar lo que te pertenece.
Minoru retrocedió lentamente.
—Esto podría complicarse.
Tsukihiko apretó los puños.
—No hay opción.
El guardián se incorporó, su sombra cubriendo todo el cielo.
—SOLO LOS HEREDEROS LEGÍTIMOS PUEDEN PASAR.
Su mirada se fijó en Tsukihiko.
Y entonces, el aire cambió.
El guardián se arrodilló ante él.
El silencio se hizo absoluto.
Kaoru abrió los ojos con sorpresa.
—¿Qué…?
Renji sonrió con orgullo.
—Parece que el linaje Kurayami aún tiene poder.
Minoru parpadeó, sorprendido.
—Esto… cambia todo.
Tsukihiko miró sus propias manos, sintiendo la energía arremolinarse a su alrededor.
Por primera vez, entendió la verdad.
Él no solo era un heredero.
Era el último Rey de los Linajes Perdidos.
Y ahora, el destino de todos los cambiaformas dependía de él.