Capítulo 30: El Trono de Piedra Negra

Las enormes puertas de la Ciudad Olvidada se abrieron con un crujido ensordecedor. Tsukihiko, Kaoru, Renji y Minoru avanzaron lentamente, sus pasos resonando en el suelo cubierto de polvo y enredaderas.

El lugar estaba abandonado, pero no muerto.

Las antiguas estructuras de piedra negra se alzaban en la penumbra, cubiertas de marcas y runas de un idioma olvidado. Las llamas de fuego azul aún ardían en las antorchas, como si la ciudad hubiera estado esperando su regreso.

Minoru silbó, impresionado.

—Nunca pensé que vería esto con mis propios ojos.

Kaoru frunció el ceño.

—Parece más un mausoleo que una ciudad.

Renji sonrió con nostalgia.

—Es porque fue construida para resistir el paso del tiempo.

Tsukihiko no dijo nada.

Había algo aquí.

Lo sentía en el aire.

Un llamado silencioso que lo atraía hacia el centro de la ciudad.

Y allí, en la gran plaza, lo vio.

El Trono de Piedra Negra.

Era una estructura imponente, tallada en la roca más oscura que había visto. Las inscripciones a su alrededor brillaban con una luz tenue, como si reconocieran su presencia.

Tsukihiko se acercó, sintiendo su respiración entrecortarse.

Este era su lugar.

Su derecho de nacimiento.

Pero antes de que pudiera tocarlo, una voz retumbó en el aire.

—El linaje ha regresado.

Todos se giraron bruscamente.

Del trono, emergió una figura.

Era un hombre alto, vestido con túnicas antiguas. Sus ojos brillaban con un dorado intenso.

Y su rostro…

Era idéntico al de Renji.

Kaoru dio un paso atrás, sorprendido.

—¿Qué demonios…?

Renji frunció el ceño.

—No puede ser…

Minoru entrecerró los ojos.

—Un guardián espiritual.

La figura miró a Tsukihiko con intensidad.

—¿Eres el heredero?

Tsukihiko tragó saliva.

—Soy Tsukihiko Kurayami.

El espíritu inclinó la cabeza.

—Entonces, debes demostrar que eres digno del trono.

La luz en el aire se intensificó.

Y en un instante, la ciudad desapareció.

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La Prueba del Legado

Cuando Tsukihiko abrió los ojos, ya no estaba en la plaza.

Estaba en una llanura sin fin, bajo un cielo de color sangre.

Y frente a él…

Estaba él mismo.

O al menos, una versión oscura de sí mismo.

Sus ojos eran completamente negros, su piel más pálida, y su expresión cruel.

La otra versión sonrió con burla.

—Así que crees que puedes gobernar.

Tsukihiko apretó los puños.

—¿Quién eres?

La sombra inclinó la cabeza.

—Soy la parte de ti que no quieres aceptar.

Se alzó en una postura de combate.

—Si quieres el trono, tendrás que derrotarme.

Tsukihiko no dudó.

Sacó su daga y corrió hacia adelante.

La batalla comenzó.

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El Peso del Rey

La sombra de Tsukihiko era rápida.

Demasiado rápida.

Cada vez que Tsukihiko intentaba atacar, su otro yo se movía con reflejos imposibles, esquivando con una facilidad aterradora.

—Eres débil —susurró la sombra—. Siempre has sido débil.

Tsukihiko gruñó y atacó con más fuerza, pero su enemigo simplemente desapareció y reapareció detrás de él.

—Te escondiste detrás del sistema. Creíste que te protegería.

La sombra le asestó un golpe brutal en el estómago.

Tsukihiko cayó de rodillas, jadeando.

Esto no era solo una prueba de fuerza.

Era una prueba de su voluntad.

El sistema vibró en su mente.

{Advertencia: Estado crítico.}

{Recomiendo retirada.}

Tsukihiko ignoró la notificación.

Se puso de pie lentamente.

—No me importa si soy débil.

La sombra alzó una ceja.

—¿Ah, no?

Tsukihiko lo miró con seriedad.

—No lucho solo por mí. Lucho por Kaoru. Por Renji. Por los cambiaformas que los Alfa han aplastado.

Su puño se cerró con fuerza.

—No necesito ser el más fuerte. Solo necesito seguir adelante.

La sombra lo observó en silencio.

Y luego… sonrió.

—Entonces… has pasado.

Antes de que Tsukihiko pudiera reaccionar, la sombra se desvaneció en luz.

Y la llanura desapareció.

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El Rey Olvidado Regresa

Tsukihiko abrió los ojos y sintió su cuerpo de vuelta en la plaza.

Renji, Kaoru y Minoru lo observaban con sorpresa.

El espíritu del trono sonrió.

—Eres digno.

Las inscripciones en la piedra comenzaron a brillar con intensidad.

El aire vibró con una energía ancestral.

Y sin pensar, Tsukihiko se sentó en el trono.

En el instante en que su cuerpo tocó la piedra negra, una ola de poder recorrió su ser.

Los recuerdos del linaje Kurayami, del pacto, del poder olvidado, despertaron en su sangre.

Kaoru sintió un escalofrío.

—Tsukihiko…

Renji sonrió con orgullo.

—Ahora sí eres un verdadero Kurayami.

Minoru exhaló con una risa incrédula.

—Bueno, esto va a poner nerviosos a los Alfa.

El espíritu inclinó la cabeza.

—Ahora, el pacto puede ser reclamado.

Las llamas de las antorchas se intensificaron.

El trono emitió una luz dorada.

Y en el aire, una inscripción apareció:

“El último rey de los cambiaformas ha despertado.”

Tsukihiko cerró los ojos.

Sentía el peso del poder, de la historia, de la responsabilidad.

Cuando los abrió de nuevo…

Sus ojos eran completamente dorados.

Kaoru lo miró con asombro.

—¿Cómo te sientes?

Tsukihiko sonrió.

—Listo para la guerra.

Y con eso, el destino de los cambiaformas cambió para siempre.