Flora salió del coche, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. Su humor estaba lejos de ser agradable, especialmente después de ver a su hermana del brazo con un príncipe. El Príncipe Gabriel, de entre todas las personas.
—¿Qué podría ver en ella? —murmuró entre dientes, atravesando la sala con sus tacones resonando fuertemente contra el suelo.
—Señorita Flora —llamó suavemente la criada, apareciendo desde el pasillo—. Sus padres la están buscando. Están arriba en su dormitorio.
Sin decir palabra, Flora subió la escalera. Se detuvo justo fuera de la puerta del dormitorio principal y golpeó suavemente.
—Soy yo, Flora.
—Pasa —vino la voz de Samyra desde dentro.
Flora abrió la puerta y entró con una humilde sonrisa.
—Buenos días, Mamá. Papá —saludó dulcemente.
—Siéntate, Flora —dijo Samyra.
Flora se sentó en el sillón frente a sus padres. Se preguntó si también se habían enterado de lo de Amelie.
—¿Sabías que Alex y Amelie estaban saliendo? —preguntó Samyra.