No es una maldición ordinaria

Louis entró en un bar subterráneo que comenzaba a medianoche y duraba hasta la madrugada. Principalmente se veían jóvenes disfrutando de la fuerte música del DJ.

Sin esperar, Louis se dirigió a la barra. Se detuvo frente a un camarero de mediana edad con un bigote perfectamente recortado, que mezclaba hábilmente un cóctel.

—Me gustaría ver a la Maestra —insistió Louis.

El camarero hizo una pausa, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de Louis. —¿Tienes una cita? —preguntó mientras continuaba removiendo la bebida.

En respuesta, Louis deslizó una tarjeta negra sobre el mostrador. El camarero la tomó, estudió la insignia y luego asintió sutilmente.

—Sígueme —dijo.