Un hombre sin rostro

Audrey subió rápidamente al escenario, con Sandra siguiéndola por detrás.

Llegó hasta María y se agachó frente a ella, tomando su rostro entre las manos.

Nadie les prestaba atención, todos estaban ocupados saliendo del salón para buscar refugio hasta que se anunciara que todo estaba seguro de nuevo.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Audrey enojada.

—Ayudándote —María sonrió con suficiencia.

—¡Por el amor de Dios! ¡No es momento para bromas! ¡Levántate! —Audrey pasó su mano sobre la muñeca de María, liberando las cadenas.

—Sabía que me salvarías —María sonrió.

—Vamos —Audrey agarró el brazo de María y rápidamente la sacó del salón.

Sandra las siguió, dándoles algo de espacio. No quería entrometerse en su momento de vínculo familiar.

No podía describir cómo se sentía al ver a su amiga tan cerca de alguien que no era ella. Nunca supo que podía sentir celos en una amistad.

—Por aquí —Audrey dirigió a María hacia el pasaje que conducía a los cuartos de los sirvientes.