Audrey estaba de pie frente a la cama del Alfa Lago, mirando su rostro aún inconsciente.
Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas nuevamente; era hora de que abandonara la manada.
Se habría ido esa mañana, pero decidió marcharse por la noche; todavía era el segundo día de su inconsciencia, pero esperaba que él pudiera despertar antes del tercer día; le habría encantado mirar esos profundos ojos grises por última vez.
Se preguntaba si aún la mirarían con el amor y el cariño que solía mostrarle o si ahora la vería como a una extraña.
No podía soportarlo, ver a su compañero mirándola con ojos vacíos, preferiría desaparecer de su lado que quedarse y torturarse a sí misma.
Caminó lentamente hacia el lado de su cama y se sentó junto a él. Tomó su mano por debajo de las sábanas y la sostuvo entre las suyas, contemplando su hermoso rostro, cómo iba a extrañar a su hombre y compañero.