Audrey había sugerido que se ducharan y comieran antes de contarle todo.
Abajo, Audrey se sentó en el sofá, golpeando ansiosamente sus dedos; estaba tan preocupada, Lago parecía demasiado normal para su comodidad, no podía lograr que su mente se relajara. Cada segundo estaba lleno de tensión mientras se preguntaba qué podría pasarle a él.
—¿Estás bien, Mamá? —preguntó Lago mientras se acercaba a ella con un vaso de agua, sus ojos mirándola con adoración.
Audrey suspiró.
—Yo debería preguntarte eso —respondió, mirando su rostro mientras él se sentaba a su lado.
Lago sonrió.
—Toma —levantó el vaso de agua a sus labios.
Audrey lo tomó de él, bebió un sorbo, y lo colocó en la mesa frente a ella.
Se volvió hacia Lago.
—¿En serio? ¿Estás bien? —preguntó.
Lago estaba ocupado mirando su rostro, no respondió a su pregunta pero lentamente se inclinó junto a su oído y susurró:
—Me alegra que seas mía, Audrey —su brazo se deslizó alrededor de ella mientras besaba su mejilla.