Capítulo 12: Sombras con nombre

Las paredes empezaron a susurrar.

Ya no era solo mi cabeza… eran voces distintas, con tonos distintos. Algunas suaves, otras gritando. Todas con algo que decir.

—¿Por qué volviste a intentar? —No te quieren. —Mamá solo se queda porque se culpa.

Caminaba por la casa y veía sombras que se movían rápido. Al principio pensé que era el sueño, el cansancio, pero no… cada vez eran más claras. Una figura se sentaba a mi lado mientras comía. Otra se quedaba parada en la esquina del baño, solo observando. Ninguna decía su nombre.

Hasta que uno habló.

—Hola… soy Elias.

Me detuve.

Estaba sentado en la silla frente a mí, como si siempre hubiese estado ahí.

—¿Te conozco?

—No… pero yo te conozco a ti —dijo, sonriendo—. He vivido contigo desde el día en que decidiste rendirte.

Su voz era amable, pero su presencia… pesada. Oscura. Como si escondiera algo detrás de cada palabra.

Elias empezó a aparecer más seguido. Me hablaba, me acompañaba. A veces me hacía reír, a veces me decía cosas que me rompían.

—Tú sabes que esto no va a mejorar. Solo estás alargando lo inevitable —decía, mirándome a los ojos, sin parpadear.

Y lo peor… era que le creía.

Una noche vi a Luna en un sueño. Me abrazó fuerte y me susurró:

—No escuches a Elias. Él no quiere ayudarte. Él… eres tú.

Desperté con el corazón latiendo como un tambor. Mamá lloraba en la cocina. No quise salir.

Me quedé con Elias.

Y él solo sonreía.