Capítulo 20: Lo que los ojos no veían

La casa estaba en silencio, como cada noche.

Mientras su hijo dormía profundamente, perdido en sus sueños, ella estaba despierta.

Sentada en una silla junto a la puerta, abrazando sus propias manos temblorosas, en medio de la oscuridad.

Cada pequeño suspiro que él daba mientras soñaba le hacía contener la respiración, preguntándose si estaba bien, si en sus sueños al menos encontraba algo de paz.

La madre pasaba horas así.

Mirando la puerta entreabierta de su habitación, escuchando, imaginando lo que podría estar pasando en su mente.

A veces lo oía murmurar nombres que no conocía -"Luna" era uno de ellos-, y se preguntaba quién era esa persona en su mundo roto.

Ella lloraba en silencio.

Lloraba por las palabras que nunca logró decirle, por las veces que pensó que no estaba haciendo suficiente.

Se culpaba cada día, cada noche.

Se preguntaba qué errores había cometido para que su pequeño, su niño, terminara encerrado en su propia cabeza, huyendo del dolor que el mundo real le causaba.

Ella sabía más de lo que decía.

Veía el peso en sus hombros, las heridas invisibles, el cansancio en su mirada.

Sabía que no eran solo "cosas de adolescentes", como muchos decían.

Sabía que su hijo estaba perdiéndose poco a poco.

Pero aún así, no sabía cómo ayudarlo.

No sabía cómo alcanzar esa parte de él que estaba demasiado lejos, demasiado rota.

Cada vez que lo veía sonreír en sueños, su corazón se rompía un poco más.

Porque entendía que su única felicidad estaba en esos mundos imaginarios, en esos lugares que ella jamás podría visitar, que jamás podría comprender.

Y aun así, cada mañana, se obligaba a sonreír para él.

Le cocinaba, le hablaba, le preguntaba cómo estaba aunque sabía que recibiría solo un "bien" vacío como respuesta.

No se rendía, aunque por dentro se estuviera cayendo a pedazos.

Amaba a su hijo más que a su propia vida.

Y si eso significaba pasar mil noches en vela, llorando sola, entonces lo haría.

Lo seguiría haciendo.

Hasta que él encontrara su camino... o hasta que el dolor terminara.

Ella solo quería que su hijo supiera una cosa, aunque nunca lo dijera en voz alta:

"Estoy aquí. Siempre he estado aquí. Siempre estaré aquí, aunque no puedas verme."