Capítulo 16: El Cuaderno de los No Ditos

Elian ya no estaba.

Y sin embargo, algo suyo permanecía.

Un cuaderno.

Viejo. Roto en los bordes. Con páginas que olían a humedad, a encierro, a un tiempo que no quería ser recordado.

Noah no podía dejar de mirarlo.

No podía tocarlo.

Pero tampoco podía tirarlo.

—¿Quieres que lo queme? —preguntó Yuki, suave, paciente, como siempre.

Noah negó con la cabeza.

—Quiero… entender por qué me escribió tanto cuando yo no podía leerlo.

Yuki se sentó a su lado, sin presionar.

—A veces, lo que no se dice a tiempo, encuentra su camino cuando ya no puede doler.

—¿Y si sí duele?

—Entonces sigue importando.

Noah leyó en silencio durante horas.

Elian había escrito sobre sus miedos. Sus celos. Sus visiones distorsionadas de amor. Había confesado cómo confundió posesión con cuidado, necesidad con ternura.

"Pensé que mientras más te encerrara, menos podrías alejarte. Nunca entendí que te fuiste mucho antes de irte."

Cada página era una confesión.

No un perdón.

Sino una autopsia emocional.

Y entre las líneas, Noah vio por primera vez al niño que había perdido antes de que se convirtiera en su carcelero.

La casa empezó a cambiar.

Ya no era hostil.

Tampoco acogedora.

Era… reflexiva.

Las paredes susurraban con menos rabia. Los relojes volvieron a funcionar. Las escaleras dejaron de alargarse solas.

Era como si, al irse Elian, una herida antigua hubiese empezado a cerrar.

Pero no era tan simple.

Esa noche, mientras dormía, Noah soñó con su reflejo.

Y ese reflejo le sonrió con crueldad.

—No te fuiste. Aún estás aquí —le dijo, con su propia voz—. Parte de ti… quería quedarse.

Noah despertó empapado en sudor.

El cuaderno estaba abierto sobre su pecho.

Una nueva frase había aparecido.

"El último secreto es tuyo."

—Esto no es normal —susurró al amanecer, mostrando el cuaderno a Yuki—. Anoche cerré esto. Lo dejé bajo la cama.

Yuki lo tomó con cuidado.

Las letras estaban frescas. Como si alguien las hubiese escrito segundos antes.

—La casa está usando su energía. O quizás… tú la estás manifestando.

Noah sintió un escalofrío.

—¿Crees que aún hay algo de él… dentro de mí?

Yuki no respondió de inmediato.

—Creo que hay algo tuyo que aún no enfrentaste.

Aion confirmó la sospecha.

—El cuaderno es un nodo psíquico. No te pertenece del todo… pero está atado a tu mente. Y mientras lo niegues, la casa seguirá hablando con su voz.

—¿Entonces qué debo hacer?

—Escribir tu propia versión.

Así comenzó.

Noah tomó un cuaderno nuevo. Más pequeño. Con tapas blandas.

Y escribió.

No para recordar.

Sino para contradecir.

Cada carta de Elian fue respondida. Cada palabra fue desmontada. Cada mentira disfrazada de amor fue expuesta.

"No eras mi protector. Fuiste mi sombra."

"Sobreviví, no porque me cuidaras, sino porque aprendí a odiarte lo suficiente como para no morir."

"Hoy entiendo que lo que sentías por mí no era amor. Era soledad maldita."

A cada frase, la casa se aligeraba.

Las paredes se despejaban.

Las habitaciones respiraban.

Y el cuaderno original comenzaba a deshacerse.

Literalmente.

Las hojas se volvían polvo al contacto con la luz.

Hasta que solo quedó una.

Una sola página.

Y en ella, una última frase de Elian:

"No espero tu perdón. Solo que puedas vivir sin mí dentro."

Noah la quemó.

Y por primera vez en años… no sintió culpa.

Esa noche, Yuki lo encontró dormido sobre la mesa, con el cuaderno nuevo entre los brazos.

No lo despertó.

Solo lo cubrió con una manta.

Y antes de irse, le susurró al oído:

—Escribiste tu libertad. Y eso… también es amor.

Pero la casa aún no terminaba su ciclo.

Porque mientras Noah cerraba una puerta, otra se abría.

No en el mundo físico.

Sino en la memoria colectiva.

Aion la sintió primero.

Un pulso.

Un latido.

Un llamado antiguo.

Y en lo profundo de la casa, una voz muy baja dijo:

—El pasado fue solo la primera llave.

La siguiente historia… acaba de despertar.