Capítulo 15: Elian, el que no fue olvidado

Elian.

Elian.

Elian.

A la casa no le gustaba pronunciar ese nombre, y sin embargo, desde que fue dicho, resonaba por todos sus rincones como un eco mal enterrado. Las paredes sudaban humedad, las puertas se negaban a cerrarse, y los relojes se detenían a las 3:33. Como si el tiempo mismo se negara a avanzar.

Noah no comía. No hablaba. No dormía.

Yuki no lo dejaba solo.

Pero ni siquiera su presencia bastaba para detener los recuerdos que Elian desataba sin decir una sola palabra.

Elian no pedía perdón.

No lo pretendía.

No tocaba a nadie. No hablaba más de lo necesario. No sonreía. Solo observaba.

Especialmente a Noah.

Y eso bastaba para que el terror regresara.

—¿Por qué volvió? —susurró Noah, una noche, escondido en el invernadero—. ¿Por qué ahora?

—Porque aún hay algo entre ustedes —respondió Aion, quien había aparecido como siempre: sin aviso, como si la casa lo invocara donde más hacía falta.

—No quiero tener nada con él.

—No querer no es lo mismo que haberlo roto. Él representa una parte de ti que aún no miras de frente.

—¡Él me encerró durante años! ¡Me usó! ¡Me hizo olvidar quién era!

Aion no negó nada. No lo consoló.

—Y, sin embargo, aún vives. Estás aquí. ¿Por qué crees que sobreviviste?

Noah bajó la mirada.

—Porque odié todo lo que él era.

—¿Y ahora?

Noah no respondió.

Esa noche, la casa cambió.

Literalmente.

Las paredes se reacomodaron. Los cuartos se duplicaron. Un nuevo piso apareció que nadie recordaba haber visto antes.

Era el reflejo de un trauma colectivo. Un espacio creado por Elian, no con magia… sino con memoria.

Elian dormía en la habitación más profunda de ese nuevo nivel.

Y desde allí, los susurros empezaron.

No fuiste una víctima. Fuiste elegido.”

“Nadie viene a la casa sin oscuridad.”

“Tú también querías quedarte.”

Noah despertó jadeando. Estaba solo.

Yuki había ido a buscar té, pero en su ausencia, la casa lo arrastró.

No físicamente. No con puertas que se abrían.

Sino con una fuerza que él conocía demasiado bien.

La fuerza de una voluntad que lo poseyó durante años.

Cuando Yuki regresó, la cama estaba vacía.

Solo una flor marchita sobre la almohada.

Y al verla, entendió.

—¡Noah… fue hacia él!

Corrió.

Rei ya lo esperaba al pie de la nueva escalera.

—No vayas solo.

—¡No puedo dejar que él lo toque!

—No es físico, Yuki —dijo Aion, que apareció desde el aire—. Es algo peor. Es el reencuentro con la parte que Noah nunca quemó.

En lo profundo del nuevo nivel, la puerta estaba abierta.

Elian lo esperaba.

Sentado.

Tranquilo.

Noah entró sin hablar. Se detuvo frente a él.

Los ojos de Elian seguían siendo los mismos: grises, rotos, y demasiado claros.

—No has cambiado —dijo Noah, con voz firme.

—Y tú lo hiciste demasiado —respondió Elian—. Casi no te reconozco.

Silencio.

Luego Elian se levantó.

—Quiero que escuches algo.

Sacó un viejo cuaderno. Lo dejó sobre la mesa.

Noah lo abrió.

Eran cartas. Todas sin enviar.

Todas dirigidas a él.

—¿Las escribiste cuando yo…?

—Sí. Pero no podía dártelas. Porque no las escribí para consolarte. Las escribí para entender por qué te perdí.

Noah tembló.

—No me perdiste. Me destruiste.

—¿Y no es lo mismo?

Yuki llegó en ese momento.

—¡Noah!

Pero Aion lo detuvo con un gesto.

—Déjalos. Este es su umbral.

Yuki apretó los puños, pero obedeció.

Dentro de la habitación, Elian se acercó.

—No vengo a quedarme. Vengo a reconocer lo que fui. A destruir el lugar que ocupé.

—¿Y crees que eso te redime?

—No. Pero tal vez… te libera.

Noah bajó la mirada a las cartas. Leyó un párrafo al azar:

"Te arranqué las alas porque pensaba que así te quedabas. Pero solo logré que huyeras más lejos. Tu dolor fue mío, y nunca supe cómo sostenerlo sin destruirnos."

Las lágrimas cayeron sin ruido.

Elian no se movió.

—Ya no te pertenezco —dijo Noah, con la voz cortada—. Pero tampoco quiero cargar tu castigo.

—Entonces libérame. Y libérate.

Noah cerró el cuaderno.

—Quiero que te vayas.

—Lo haré.

—Y que no regreses.

—Jamás.

—Y que sepas que nunca te voy a perdonar.

Elian asintió.

—No vine a pedirlo.

Esa madrugada, Elian caminó hacia el umbral de la casa.

Rei lo escoltó. La espada aún enfundada.

Yuki no dijo una palabra.

Aion solo miró el suelo.

Elian se detuvo al final del jardín.

Se giró una última vez.

—Gracias por seguir vivo —le dijo a Noah.

Y luego desapareció.

Como si la casa nunca lo hubiera contenido.

Pero lo hizo.

Y la cicatriz… se quedó.