Capítulo 19: La Casa Habla Nuevamente

El ciclo se había cerrado.

Eso dijeron.

Eso creyeron.

Pero la casa… nunca calla del todo.

Los primeros signos fueron sutiles.

Un susurro entre las paredes, distinto a los anteriores.

No dolía.

Pero… no pertenecía a ninguno de los dos.

Era como una respiración nueva.

Una presencia curiosa.

Casi… infantil.

—¿Lo oyes? —preguntó Noah una noche, en voz baja.

Yuki asintió sin necesidad de hablar.

Porque la casa, una vez más, quería contar algo.

Aion regresó con su tono críptico habitual, pero esa vez su voz temblaba.

—Esta casa es una conciencia. Vive de la energía emocional que recibe. Cuando un trauma es sanado… crea espacio para nuevos relatos. Pero a veces, esos relatos tienen su propia voluntad.

—¿Nos estás diciendo que algo nuevo ha nacido aquí?

—No. Algo despierta. Una historia que quiere ser escuchada. Pero esta vez… no es una de ustedes. Es… de la casa misma.

El suelo del desván comenzó a crujir.

No por peso.

Sino por memoria.

Allí arriba, donde nunca habían subido, algo los esperaba.

Una historia vieja. No oscura, pero tampoco inocente.

Subieron juntos.

Noah iba delante.

Yuki, a su lado.

La puerta del desván se abrió sin esfuerzo.

Como si hubiese estado esperando ese momento exacto.

El aire olía a polvo antiguo. A pergaminos sin leer.

Y en el centro del ático…

había una cuna.

Vacía.

Pero no silenciosa.

Una voz suave resonó, como un canto de cuna hecho de viento:

"Hace mucho, aquí hubo vida. Risas pequeñas. Pies descalzos. Antes de las sombras, fuimos luz."

Noah se acercó, cauteloso.

Y al tocar la cuna, una ráfaga de recuerdos lo atravesó.

Voces de niños.

Luz de sol.

Manos que tejían.

Historias contadas al calor del fuego.

—Esta casa fue un hogar. Uno real —susurró.

Yuki cerró los ojos, sintiendo la vibración.

—Antes del dolor. Antes de Elian. Antes de todo.

Una puerta en el suelo del ático se abrió sola.

Un compartimento oculto.

Y dentro… una caja.

La abrieron.

Cartas.

Fotos.

Dibujos.

Y un diario, cubierto de flores secas.

La primera página decía:

"Para quien escuche después: nosotros también vivimos aquí. Y fuimos felices. Recuérdanos."

Esa noche, Noah no pudo dormir.

No por miedo.

Sino por la emoción vibrante de una verdad olvidada.

—La casa no nació maldita —dijo en voz alta—. Se volvió así cuando la dejamos de escuchar.

A la mañana siguiente, comenzaron a limpiar el ático.

Cada rincón. Cada trozo de historia.

Transformaron el espacio en una sala de lectura.

Un museo vivo.

Y en las paredes, colgaron los dibujos de los antiguos niños.

Sus nombres.

Sus fechas.

Sus sonrisas.

Y entonces la casa… sonrió también.

Las paredes recuperaron color.

Los cristales dejaban entrar el sol sin romperse.

Y cada noche, el canto de la cuna se volvió más dulce.

—¿Qué es esto que sentimos? —preguntó Noah a Aion.

—Es gratitud.

La casa está agradecida.

No por haber sido limpiada.

Sino por haber sido escuchada al fin.

Pero no todo era celebración.

Porque una pregunta quedó flotando:

—Si hubo luz antes… ¿quién la apagó?

Y en el diario antiguo, hacia las últimas páginas, una línea apareció sin autor conocido:

"Éramos felices… hasta que alguien nos vendió por miedo."

Y así, la próxima historia comenzó a brotar.

No de horror.

No de posesión.

Sino de traición.

Una historia enterrada por vergüenza.

Por miedo.

Por protección.

Una historia que la casa estaba lista para revelar.

Pero esta vez, Noah no la enfrentaría solo.

Yuki estaba con él.

Y la casa ya no los odiaba.

Ahora…

les hablaba.