La casa parecía más tranquila ahora, como si las respuestas encontradas en el sótano hubieran apaciguado, aunque por un momento, el silencio era abrumador. Las paredes ya no susurraban, ni las sombras parecían moverse con la misma intensidad. Pero algo había cambiado en todos ellos. El aire era más pesado, y sus corazones latían al mismo ritmo, como si estuvieran marcados por algo más grande que ellos mismos.
Noah se despertó temprano, la luz del amanecer se filtraba por las rendijas de la ventana. El cuaderno gris descansaba sobre la mesa, ahora abierto, como si estuviera esperando ser completado. A su lado, el cuaderno encontrado en el sótano estaba sellado, pero el calor que emanaba de él parecía llamar su atención.
Yuki aún dormía, su cuerpo enroscado entre las sábanas, pero no tenía la tranquilidad habitual. Había algo en su rostro que mostraba preocupación, como si presintiera que el destino estaba más cerca de lo que imaginaba.
Rei había desaparecido durante la noche. Cuando Noah salió a buscarlo, lo encontró en el jardín, mirando las ruinas de la casa como si estuviera esperando algo. La neblina matutina se arrastraba sobre el terreno, cubriéndolo todo con un manto gris.
—¿Pensando en algo? —preguntó Noah, acercándose lentamente.
Rei no respondió de inmediato. Su mirada se mantenía fija en el horizonte.
—La casa no está lista para dejarnos ir —dijo Rei al fin, su voz grave y llena de una tristeza que Noah no esperaba. —Creo que nunca lo estará. La casa nos tiene en sus manos, nos ha marcado con algo que no podemos comprender del todo.
Noah se sentó junto a él, observando cómo la neblina se disipaba lentamente, revelando más de los detalles del jardín que había sido escenario de tantas tragedias. Sabía que Rei tenía razón. Algo en la casa no estaba completo aún, y aunque el cuaderno había revelado secretos, el mayor de todos seguía oculto.
—¿Qué debemos hacer entonces? —preguntó Noah, con un tono serio.
Rei lo miró con una mezcla de dolor y arrepentimiento en los ojos.
—Hay un precio que pagar por cada verdad descubierta. El vínculo que compartimos con la casa no se rompe fácilmente. La casa ha elegido a cada uno de nosotros por una razón. El Rey no solo fue mi destino. Fue el suyo también, y el de Yuki. La casa… nos necesita.
Noah tragó saliva, el miedo comenzaba a formarse en su pecho. Sabía que lo que Rei decía era cierto, pero no quería aceptarlo. No quería que el precio de todo esto fuera más doloroso de lo que ya había sido.
—¿Y qué pasa ahora? —preguntó Noah, casi en un susurro.
Rei lo miró, y por un momento, parecía más joven de lo que realmente era. Había algo de vulnerabilidad en su rostro, algo que hacía tiempo había perdido.
—Ahora, debemos enfrentar lo que hemos desenterrado. La casa quiere algo más de nosotros, y nos lo tomará, incluso si no lo deseamos.
De repente, un grito rompió el silencio.
Noah y Rei se levantaron al instante, corriendo hacia la casa.
Yuki estaba en el umbral de la puerta, con una expresión de horror en su rostro. Su cuerpo temblaba, pero no podía apartar los ojos de lo que estaba viendo.
—¡Noah! ¡Rei! —gritó Yuki, con la voz entrecortada—. ¡Hay algo en el pasillo!
Ambos corrieron hacia él, y al pasar la esquina del pasillo, lo vieron. La figura alta y sombría de un hombre se alzaba al final del corredor. Su cuerpo era casi transparente, pero su presencia era tan abrumadora que el aire parecía cortarse a su paso.
Rei se detuvo un momento. Sabía lo que era. No era un espíritu, no era solo una aparición.
—Es él… —susurró, su rostro pálido como si hubiera visto un fantasma de su pasado.
Noah no entendía, pero algo dentro de él lo alertaba. Esa figura representaba algo mucho más antiguo que cualquier otra cosa en la casa.
Yuki retrocedió, agarrándose de Noah, mientras Rei se adelantaba lentamente, como si estuviera siendo atraído por una fuerza invisible. La figura no se movía. Solo los observaba, su mirada vacía y distante.
—El primer Rey —dijo Rei con una voz que parecía venir de otra vida. —El hombre que comenzó todo esto. El que nos trajo hasta aquí.
El hombre comenzó a moverse, arrastrando sus pies como si fuera parte del mismo suelo. Sus ojos, vacíos, brillaban con una intensidad oscura que parecía penetrar el alma. A medida que avanzaba, la casa misma pareció estremecerse, como si estuviera reaccionando ante su presencia.
—No podemos dejarlo pasar —dijo Rei, su voz ahora llena de determinación.
La figura avanzó un paso más, y la casa rugió. Era como un grito lejano, resonando a través de las paredes. Noah, con el corazón latiendo frenéticamente, sabía que este momento no era solo una confrontación física. Era un enfrentamiento con el pasado, con las raíces de la casa misma.
Rei cerró los ojos por un momento, y cuando los volvió a abrir, algo había cambiado en él. Ya no había miedo, solo una resolución profunda.
—Este es el último vínculo —dijo Rei con fuerza—. La casa está viva, pero nosotros también. Y no vamos a permitir que nos controle más.
Yuki, a su lado, dio un paso adelante, tomando la mano de Noah. Juntos, como una unidad, se enfrentaron al hombre, el primer Rey, el espectro que había comenzado todo.
La casa tembló nuevamente, como si estuviera a punto de desmoronarse bajo el peso de la verdad que los tres llevaban dentro.