Capítulo 5: Reflejos que Respiran

La noche cayó como una promesa rota. El orfanato parecía más vivo cuanto más oscura se volvía la hora. Desde las paredes, los espejos temblaban como si algo —o alguien— respirara al otro lado.

Yuki no podía dormir.

Sentado al borde de la cama, con el torso desnudo y los dedos entrelazados, miraba a Noah dormir. Su respiración era tranquila, el rostro relajado… pero algo lo inquietaba. Algo invisible. Como si el aire estuviera observando.

—No deberías dejarme solo tanto tiempo —dijo una voz suave, familiar.

Yuki giró bruscamente. El espejo frente a la cama estaba empañado… pero dentro de él, Aion lo observaba. No como el ente aterrador de antes. Ahora parecía joven, casi de la edad de Noah. Hermoso. Triste.

—¿Qué eres ahora? —preguntó Yuki sin moverse.

—Lo que ustedes hicieron de mí —respondió Aion con una media sonrisa—. Fragmentos. Deseo. Ausencia.

Y, por un instante, su reflejo lo imitó… pero también se inclinó hacia él, como si quisiera tocarlo a través del cristal.

—No quiero hacerles daño —susurró Aion—. Solo quiero saber cómo se siente… ser querido.

Noah despertó con un sobresalto al escuchar el crujido del piso. Vio a Yuki parado frente al espejo, inmóvil. Se acercó lentamente, colocó una mano sobre su espalda desnuda.

—¿Estás bien?

Yuki tardó en responder.

—Él estaba aquí. Nos observa… pero no desde el odio. Está… buscando algo. Algo que no sabe cómo pedir.

Noah tragó saliva. Sus dedos bajaron por la espalda de Yuki, suavemente.

—Quizá… se siente como yo me sentía antes de conocerte. Invisible. Indeseado. Como si solo existiera cuando otros me usaban.

Yuki se giró, tocándole el rostro. Sus ojos estaban llenos de afecto, pero también de miedo.

—Noah, tú no eres como él.

—¿Y si lo fuimos todos alguna vez? —preguntó Noah en voz baja—. Rotos. Perdidos. Esperando que alguien… nos mirara de verdad.

Y entonces lo besó.

No con urgencia, sino con una dulzura casi sagrada. Como si ese instante pudiera sanar no solo sus propias heridas, sino las de todo lo que aún los rodeaba.

Se recostaron juntos en la cama, desnudos, piel contra piel. El silencio no fue incómodo. Fue sagrado.

Y entre susurros, Yuki le dijo:

—Mientras esté contigo… puedo enfrentar cualquier reflejo.

A la distancia, en una parte olvidada del orfanato, otro espejo comenzó a latir. Su superficie vibraba como una piel viva. Y desde el otro lado, una figura lo observaba:

Un hombre de traje oscuro, sin rostro visible, solo una silueta rodeada de símbolos antiguos y libros abiertos.

—¿Ya te acercaste a ellos? —murmuró al espejo.

Aion apareció, flotando como una sombra adolescente.

—No me temen como antes. Siento… curiosidad.

—Entonces es hora de que aprendas algo nuevo —dijo el hombre—. El amor puede ser aún más poderoso que el miedo… si sabes manipularlo bien.

El reflejo de Aion titiló. Dudó.

—¿Y si no quiero dañarlos?

El hombre se inclinó. Su voz fue un susurro venenoso.

—Entonces será su culpa si tú te rompes otra vez.

Esa madrugada, Noah soñó con un cuarto lleno de espejos, todos mostrando diferentes versiones de sí mismo: uno solo, otro lleno de heridas, otro… besando a alguien que no era Yuki.

Despertó sudando. Y en el rincón del cuarto… el espejo temblaba.

Pero esta vez no lo miraba a él.

Miraba a Yuki.