Capítulo 8: El umbral de las cosas que arden

La noche era espesa. El aire del orfanato se sentía enrarecido, como si alguien respirara dentro de las paredes. Noah caminaba con pasos cautelosos por el pasillo de los espejos. Detrás de él, Yuki sostenía el diario de Aion contra su pecho.

—Desde anoche… los reflejos no me devuelven la mirada —susurró.

—Nos vigilan —dijo Noah—. O peor, nos imitan.

Se detuvieron frente al gran espejo cubierto por una lona antigua. Cuando Noah retiró la tela, vieron lo imposible: el reflejo del pasillo era distinto. En lugar del muro, mostraba una puerta de piedra, sellada con marcas de fuego.

—Esto no está aquí —dijo Yuki, confundido.

Pero el diario, en sus manos, comenzó a arder por dentro. Una página se desprendió y cayó al suelo, revelando una palabra escrita en tinta blanca:

"Recuerda."

La piedra en el reflejo crujió.

Y de pronto, el muro real del orfanato tembló… y se abrió.

El lugar oculto era un cuarto circular, cubierto de espejos deformes y runas desordenadas. En el centro, flotaba una esfera de cristal oscuro. Dentro… el rostro de Aion, dormido.

—Es un sello —dijo Rei, que había llegado tras sentir la energía—. Un fragmento de su conciencia que aún no se ha corrompido.

Yuki tocó el cristal. Aion abrió los ojos dentro de él. Pero ya no eran humanos. No del todo.

—No puedo detenerlo… —susurró desde dentro—. Me duele recordar… y ahora… me duele no sentir.

El cristal se agrietó.

Y detrás de ellos, otro Aion apareció.

No era un reflejo. Era físico. Más alto. Más etéreo. Sus ojos cambiaban de color con cada emoción que percibía en ellos. Vestía con sombras y cicatrices que no le pertenecían.

—Este es el cuerpo que la casa quiere que tenga —dijo—. Uno hecho de deseo, miedo… y fragmentos de ustedes.

Noah lo enfrentó, pero Aion no atacó. Solo se acercó a Yuki.

—¿Recuerdas cómo temblabas cuando dormías solo? ¿Cómo deseabas que alguien se quedara? Fui yo quien te abrazó antes que Noah. Fui yo quien escuchó tus pesadillas.

—Eso no te da derecho a tomarme —respondió Yuki, temblando.

Aion extendió la mano. Su piel reflejaba el rostro de Noah.

—Puedo ser él. Puedo darte lo que él aún no se atreve a ofrecerte.

Yuki retrocedió. Noah lo apartó, furioso. —¡No eres real!

Pero Aion rio con tristeza. —¿Y tú sí lo eres, Noah? ¿No ocultas celos cada vez que Yuki me pronuncia? ¿No sientes miedo de que yo le ofrezca algo que tú temes perder?

Las luces se apagaron.

Y el verdadero cuerpo de Aion —aquel en la esfera— comenzó a gritar.

El capítulo cierra con Yuki sosteniendo el diario abierto frente al cristal, leyéndole su propio nombre: Eiran. El reflejo grita. La figura física de Aion colapsa entre lágrimas de vidrio, y su cuerpo se resquebraja… pero no desaparece.

Solo se desdobla.

Ahora hay dos Aion.

Uno hecho de dolor.

Y otro, vacío de todo.

Y en la oscuridad del umbral recién abierto, algo los espera. Algo que no es Aion, pero que lo creó.