Capítulo 9: La voz debajo del mármol

El aire dentro del umbral era espeso, como si las paredes mismas respiraran. Yuki, con el diario en las manos, sintió que cada palabra escrita lo conectaba a algo lejano, algo olvidado. El suelo bajo sus pies crujió, y de las grietas del mármol emergió una sombra oscura, que los envolvía lentamente, como si la casa misma estuviera despierta.

—Esto… no es natural —dijo Noah, mirando el oscuro pasillo que parecía alargarse a medida que avanzaban.

Rei caminaba al frente, pero su mirada estaba distante. El suelo bajo sus pies resonaba, y algo en su interior temblaba, una sensación que había olvidado cómo describir.

—Esto es… mi legado —dijo Rei, apenas audible, casi como una confesión al viento. —El hombre que me moldeó me dejó una herencia maldita.

Una figura apareció a la distancia, en las sombras del final del pasillo. Era alta, de rostro pálido y ojos brillantes. Su presencia era lo único que podría haber detenido a Rei. La figura era su mentor. el antiguo cuidador que había sido el artífice de su transformación.

—Ah, Rei… Qué curioso verte aquí, ¿en busca de respuestas? —su voz resonó en las paredes, como un eco perturbador.

Rei se detuvo, inmóvil. El aire parecía volverse más pesado. Yuki y Noah intercambiaron miradas, pero no podían hacer nada. Este no era un hombre común. Era una figura del pasado de Rei, alguien que había jugado con su mente y alma como si fueran hilos en sus manos.

—¿Cómo…? —susurró Rei, temblando—. ¿Creí que estabas muerto?

La figura sonrió, un gesto casi irónico. —Morí, pero nunca me fui. Alguien como yo… nunca se va realmente.

Yuki, que aún sostenía el diario, dio un paso adelante. —¿Quién eres?

El hombre giró su mirada hacia él, pero lo que vio fue solo una sombra distorsionada. —No importa quién soy ahora. Lo que importa es qué haces con lo que te queda de él. De Eiran.

Yuki sintió un estremecimiento, como si un peso invisible cayera sobre su pecho. No era solo el miedo lo que lo invadía; era la sensación de que ese nombre lo conectaba con algo oscuro y profundo, algo que no podía comprender completamente.

—Este lugar… —Noah interrumpió, pero su voz era apenas un susurro. —Este lugar está vivo. ¡Lo siento!

En ese instante, las paredes del pasillo comenzaron a moverse. Las grietas de mármol se expandieron como venas, dejando que la oscuridad se filtrara hacia afuera. Los espejos deformados comenzaron a reflejar cosas que no debían estar allí, imágenes distorsionadas de los niños del orfanato, de los experimentos fallidos.

Rei cerró los ojos, apretando los puños. —No… no voy a dejar que me arrastres de nuevo.

La figura rió, pero era un sonido vacío, como si no tuviera eco. —¿Crees que puedes escapar de mí? Fuiste mío antes de que supieras lo que realmente significaba vivir. Y ahora, lo verás.

La sombra del hombre se estiró, convirtiéndose en una silueta monstruosa que abrazaba las paredes del orfanato. Rei se agachó, tocando el suelo de mármol, y de repente un círculo de luz apareció a su alrededor.

—¡Rei, no! —gritó Yuki, pero Rei levantó la mano, pidiendo silencio.

Las palabras del hombre se desvanecieron en el aire, como un suspiro en la tormenta. Era un eco que no lograba alcanzarlo. Rei estaba luchando con el peso de su pasado, pero lo que lo arrastraba era más que su culpa. Era la sombra del hombre que lo había formado, moldeado y, al final, destruido.

Noah, impulsado por algo más que la confusión, corrió hacia el círculo de luz, extendiendo su brazo hacia Rei. —¡No estás solo, Rei!

En ese instante, los espejos a su alrededor comenzaron a agrietarse, reflejando sus propios miedos. La figura se desvaneció, pero su presencia siguió viva en el aire.

Yuki observó a Rei, temblando. La lucha que estaba teniendo no era solo con el pasado. Era con su propia identidad. Con la parte de sí mismo que había sido arrancada.

—Lo siento —dijo Rei, con la voz quebrada—. Creí que podía soportarlo. Pero las cicatrices no se cierran.

Noah lo abrazó, rodeándolo con fuerza, como si pudiera anclarlo a la realidad. Yuki lo siguió, aferrándose a su brazo.

—No estamos aquí para dejar que el pasado te devore —dijo Yuki. —No estás solo, Rei. No lo estarás nunca más.

En ese momento, una nueva sensación se apoderó de ellos. La casa, aunque aún vigilante, parecía retroceder. Los pasillos se despejaron, y el aire se volvió más ligero, menos opresivo.

Pero la figura del hombre no había desaparecido. Solo había cambiado de forma. Ahora, su rostro era el reflejo distorsionado de Rei, una sombra que se desvanecía entre los espejos.

Yuki, Noah y Rei se quedaron allí, mirando las grietas del umbral. Sabían que esto no era el final. La casa aún les guardaba secretos. Pero por primera vez, el peso de esos secretos no les aplastaba tanto.

En el exterior del orfanato, el viento comenzó a aullar, como si algo estuviera despertando. Algo mucho más antiguo que la casa misma.