La mañana no llegó al orfanato. El cielo estaba cubierto por una capa de niebla gris que parecía retener el día en su interior, como si el sol hubiera olvidado su camino. El aire seguía cargado, y el frío había penetrado las paredes. Pero la opresión, la ansiedad palpable, era lo que realmente los mantenía despiertos.
Rei aún no podía dejar de pensar en lo que había visto. El rostro de su mentor, el hombre que lo había formado, moldeado y manipulado durante años. No era solo un cuidador. Era un arquitecto de las sombras. El hombre que, con sus manos, había creado monstruos. El que había desterrado a Rei a la oscuridad, solo para devolverlo cuando su propósito ya había sido cumplido. El que, en un rincón olvidado del orfanato, había dejado un legado oscuro.
—Rei, ¿estás bien? —La voz de Yuki lo sacó de sus pensamientos. No era la primera vez que lo llamaba, pero Rei sentía que sus palabras caían en un vacío.
Rei levantó la mirada, los ojos llenos de algo oscuro. Algo que no quería recordar. —Creo que he visto suficiente de la casa como para saber que no tengo control sobre ella.
Noah se acercó y lo observó con seriedad. —¿Cómo vas a detenerlo? La figura que vimos… no era solo una ilusión. Tiene algo que ver con Aion, ¿verdad?
Rei cerró los ojos, recordando los días perdidos en la oscuridad. —Todo esto es parte de lo que me dejaron atrás. Ese hombre… no era solo mi cuidador. Fue el arquitecto de todo esto. Los experimentos con los niños, con Aion. Su propósito era mucho más grande de lo que imaginamos. Creó todo esto para que fuéramos instrumentos de control. Pero me olvidó. O al menos, lo intentó.
—¿Qué quieres decir con que te olvidó? —preguntó Yuki.
Rei dio un paso hacia el espejo, que aún mostraba el pasillo largo y vacío. El reflejo comenzó a distorsionarse, como si estuviera intentando escapar de la realidad. —El hombre que me formó pensó que podía usarme como un contenedor. Para controlarme. Y lo hizo. Pero algo salió mal. Yo… no pude cumplir con su propósito. No pude ser lo que él esperaba. Así que me dejó atrás, esperando que me destruyera por mi propia culpa.
Noah se acercó a él. —No tienes que seguir cargando con eso, Rei. Lo que eres ahora es mucho más que lo que te hicieron ser.
—¿Más que un experimento fallido? —Rei se giró para mirarlo, sus ojos reflejando la tortura interna. —Lo que esa casa me dejó fue una versión rota de mí mismo. Y ahora, ella me recuerda quién era… o quién pensaba que debía ser. Ese hombre, el cuidador, me transformó en lo que temía.
Yuki, con el diario en sus manos, abrió una página. En ella, las palabras comenzaron a brillar con una intensidad oscura. Eiran. una vez más, fue el nombre que apareció, pero esta vez con una adición. “El receptáculo”.
—Eiran no es tu verdadero nombre, ¿verdad? —preguntó Yuki, lentamente. —Es lo que él quería que fueras.
Rei no respondió de inmediato. La angustia y el miedo a enfrentarse a la verdad lo hicieron retroceder un paso. Pero cuando lo hizo, sus ojos se encontraron con la figura en el espejo. No era el reflejo de él mismo. Era otra forma, distorsionada, un hombre de ojos vacíos que lo miraba como si fuera su creación.
—Él no me dejó. Solo me transformó en lo que necesitaba. Y ahora… él está aquí. La casa lo guarda, esperando que alguien lo libere de nuevo.
El aire se volvió denso, casi asfixiante, y la habitación comenzó a girar. La figura que se reflejaba en el espejo se inclinó hacia ellos, con una sonrisa torcida.
—¿Creyeron que podían escapar de mí? —la voz resonó, multiplicada, como un susurro en la tormenta.
Rei, incapaz de contener el temblor, dio un paso hacia atrás. —¡Cállate!
La figura en el espejo sonrió más ampliamente, sus ojos ahora reflejando un profundo vacío. —No tienes poder sobre mí, Rei. Ninguno de ustedes lo tiene.
Yuki apretó el diario, buscando algo, cualquier cosa que pudiera ayudar. —¡Rei, no lo escuches! No puedes dejar que controle tus recuerdos.
Pero Rei ya no lo escuchaba. La conexión con la figura era demasiado fuerte, como una cuerda invisible que lo mantenía prisionero en su propia mente.
—Vas a hacer lo que siempre has hecho, Rei. Vas a volver a caer en el mismo patrón. Siempre has sido el receptáculo. Y lo seguirás siendo.
Una explosión de luz emergió del diario, cegando momentáneamente a todos en la sala. Cuando la luz se desvaneció, la figura desapareció del espejo, pero el peso de su presencia se quedó en el aire.
—¿Lo viste? —preguntó Noah, en voz baja.
Rei no respondió de inmediato. Algo en su interior había comenzado a desmoronarse. Aion, el ritual, todo lo que había sido preparado para él… nada de eso parecía ser un accidente. Él había sido diseñado para ser una marioneta.
Yuki se acercó lentamente, tocando su hombro. —Te necesitamos, Rei. No para ser lo que te hicieron ser, sino para ser quien eres ahora.
Rei miró el diario, los ojos llenos de dolor. —No sé quién soy, Yuki. No sé si puedo salvarme.
Pero en ese momento, una sombra se proyectó en la puerta. Y un susurro familiar volvió a llenar el aire: “No puedes escapar de lo que eres.”