Capítulo 18: Lo que se oculta tras sus ojos

Yuki siempre había sido observador.

Más aún desde que la casa había comenzado a tensarse como un músculo cansado.

Pero lo que más le inquietaba no era la madera que crujía sin viento ni los espejos empañados al amanecer.

Era Rei.

Desde hace unos días, su presencia parecía diferente. No hablaba más de lo necesario. No dormía. No comía bien. Se quedaba horas contemplando rincones vacíos de la casa, como si escuchara algo que los demás no podían oír.

Yuki intentó no darle importancia al principio. Todos habían pasado por etapas oscuras entre esas paredes.

Pero esa mañana, cuando lo vio acariciar el marco de una puerta que no daba a ningún sitio, sus instintos le gritaron algo distinto.

—¿Todo bien? —preguntó con suavidad.

Rei parpadeó lentamente, como si hubiese regresado de un lugar lejano.

—Sí… solo pensaba.

—¿En qué?

—En cómo cambian las cosas cuando uno deja de resistirse.

La respuesta lo dejó helado. No era el tipo de cosas que Rei solía decir.

No antes.

Esa noche, Yuki decidió seguirlo.

Con pasos cuidadosos, esperó a que Rei saliera de su habitación y caminara por el pasillo principal.

Apenas eran las dos de la madrugada.

Lo vio detenerse frente al gran espejo del pasillo norte.

Uno que, hasta hacía poco, estaba cubierto por una sábana vieja.

Rei la había quitado días atrás, sin decir por qué.

Desde donde estaba escondido, Yuki lo observó levantar la mano y presionar el cristal con la palma abierta.

—Muéstrame. —La voz de Rei fue apenas un murmullo.

El espejo pareció empañarse desde dentro.

Y por un instante, el reflejo de Rei no fue exacto: sus ojos eran más oscuros, sus facciones más duras.

Como si alguien —o algo— habitara dentro de él.

Yuki contuvo el aliento.

Durante el desayuno, fingió normalidad.

—¿Dormiste algo? —preguntó, sirviendo café.

—Un poco —respondió Rei con voz opaca.

—¿Estás tomando tus pastillas?

Rei levantó la vista, clavándole una mirada que no era exactamente hostil… pero tampoco familiar.

—Ya no las necesito. La casa me está mostrando cómo sanar de otra forma.

Yuki no respondió.

Solo asintió.

Y tragó saliva.

Ese día lo siguió de nuevo.

Rei bajó al sótano cerrado. Uno que, supuestamente, estaba inutilizado desde hacía años.

Yuki lo vio acariciar una viga como si leyera un mensaje en ella.

Luego susurró algo en un idioma que no reconocía.

Un suspiro sordo cruzó la estancia, apagando la única bombilla encendida.

Cuando Rei salió del sótano, no lo vio.

Pero Yuki alcanzó a notar algo sobre la piel del cuello de Rei: una marca nueva, oscura, en espiral.

No estaba tatuada.

Estaba grabada.

Como si la casa lo estuviera reclamando.

Yuki comenzó a tomar notas.

“Habla con la casa.”

“La casa le responde.”

“Noah no lo nota.”

“Su reflejo no es el suyo.”

“Marca en el cuello (similar al símbolo en el corredor este).”

“Está cambiando. O algo dentro de él está despertando.”

Cerró el cuaderno con manos temblorosas.

No sabía si Rei aún era Rei.

Pero lo que sí sabía era esto:

La casa no lo había terminado con él.

Y él tampoco había terminado de observar.