Capítulo 24: Donde Rompen las Sombras

Las noches habían perdido su rugido. Ya no se escuchaban susurros a través de las paredes, ni golpes secos desde las vigas. Pero el silencio que había tomado su lugar no era un bálsamo, sino una pausa contenida. Como una inhalación que la casa no se atrevía aún a exhalar.

Yuki pasaba la mayor parte del tiempo junto a Rei. Los vendajes cubrían las manchas oscuras de su piel, pero él no preguntaba por ellas. Las manos de Yuki eran precisas, tiernas. Hacía de cada curación una caricia que hablaba más que cualquier palabra.

Una tarde, Rei dejó que su cabeza descansara sobre el hombro de Yuki. Fue un gesto pequeño, casi involuntario, pero dentro de ese silencio brotó como un susurro de tregua.

—No quiero que te lastimes por mí —murmuró Rei, casi con miedo de que el sonido quebrara la frágil calma.

—Ya estoy herido, Rei. Desde que te vi en esta casa. Desde que descubrí todo lo que cargabas solo —respondió Yuki, apoyando su mejilla contra el cabello revuelto del otro—. Pero también… estoy aprendiendo a sanar contigo.

Rei cerró los ojos. Por primera vez, no pensó en Ershem. No pensó en la sombra que aún respiraba bajo su piel. Solo en el calor humano que irradiaba Yuki, constante y silencioso como una lámpara encendida en mitad de la oscuridad.

Esa noche, compartieron la cama sin palabras. Sin miedo. No hubo pasión desbordada ni suspiros dramáticos. Solo el roce tranquilo de los dedos, la respiración acompasada, la decisión mutua de permanecer cerca. Cuando Yuki tomó la mano de Rei y la llevó a su pecho, fue un gesto de entrega, no de deseo.

—Estás aquí. Y eso es suficiente —susurró.

Rei entrelazó sus dedos con los de él, y por primera vez, no tembló.

—No quiero que me salves. Solo… quédate. Aunque empiece a olvidar quién soy —pidió.

—Entonces recordaremos juntos. Aunque todo vuelva a arder —dijo Yuki con voz firme.

Esa promesa, tejida en voz baja, no ahuyentó a Ershem. Pero sí iluminó una grieta. Y en ella, algo nuevo empezó a crecer.

La casa no volvió a gritar esa noche. Observó, en silencio. Como si por un momento, incluso ella reconociera el amor entre los escombros.

Y en alguna parte, muy dentro de Rei, algo resistía. No solo por él. Sino por ellos.

Porque incluso en los lugares donde nacen los ecos, puede brotar una nueva voz.