Capítulo 26: Ecos Compartidos

La tensión se extendía como humedad en los rincones de la casa. Desde la revelación que Yuki había presenciado, su mirada hacia Rei había cambiado, no por miedo, sino por compasión. Pero no todos en la casa compartían esa comprensión.

Cuando bajaron a desayunar esa mañana, Noah los recibió con los labios apretados y el ceño fruncido. Había algo en su expresión, una mezcla de duda y temor, que hizo que Rei desviara la mirada de inmediato.

—¿Yuki? —preguntó Noah mientras Rei se servía café—. ¿Todo está bien?

Yuki dudó. ¿Compartir la visión? ¿Traicionar la confianza de Rei?

—Vi algo… —comenzó—. Algo del pasado de Rei. De cuando era niño.

Noah dejó la taza que sostenía y se cruzó de brazos, expectante.

—No fue criado como nosotros —continuó Yuki—. La casa lo reclamó desde pequeño. Era solo un niño… y ya estaba unido a esto.

El silencio cayó como una losa. Rei no los miraba. Mantenía los ojos fijos en la taza, como si la negrura del café pudiera esconderlo.

—¿Y cómo sabemos que eso terminó? —preguntó Noah en voz baja—. ¿Y si aún hay algo dentro de él?

Rei se levantó con brusquedad.

—Si lo hay —dijo con un tono tenso, pero sin elevar la voz—, créeme que no lo pedí. No lo quise. Y tampoco me rendí a ello.

Noah guardó silencio, pero Yuki dio un paso hacia Rei, colocándole una mano en el hombro. Él temblaba, apenas perceptible.

—No tienes que demostrar nada, Rei. Yo lo vi. Vi tu miedo. Vi tu resistencia. No estás solo.

Rei lo miró de soslayo, como si temiera quebrarse si sostenía esa mirada más de lo necesario.

Esa noche, Yuki dejó su cama vacía y fue a buscarlo. Encontró a Rei en el ala este, frente a un antiguo retrato familiar que colgaba torcido. Lo enderezaba con la delicadeza de quien acaricia una herida.

—¿Quiénes son? —preguntó Yuki, acercándose.

—Mis ancestros —respondió Rei—. Al menos los que se quedaron aquí… los que no escaparon de esto.

—¿Y tú?

—Yo fui olvidado por ellos. Y luego fui parte de esto. De la casa. De Ershem. Me convirtieron en un recuerdo más.

Yuki colocó su frente contra su espalda.

—Pero estás aquí ahora. Con nosotros. Conmigo.

Rei cerró los ojos.

—Gracias… por no mirar con miedo.

Yuki sonrió suavemente.

—Solo veo a alguien que intenta volver a ser libre.

Ambos se quedaron allí, frente a los fantasmas de un linaje roto, reconstruyendo uno nuevo, uno hecho no de sangre… sino de elección.

Desde la oscuridad del pasillo, Noah los observaba. Conflictuado. No porque desconfiara de Yuki… sino porque, por primera vez, veía en Rei algo que él nunca había querido aceptar: humanidad.

Y tal vez… esa fuera la grieta por donde entraría la verdadera luz.