La biblioteca, envuelta en penumbra.

El reloj marca las 2:13 a.m.

Yuki: (con voz baja, dolida)

—¿Cuánto tiempo pensabas seguir callando? ¿Esperabas que no lo notara?

Rei: (con la mirada clavada en el suelo)

—Quería protegerte… de mí.

Yuki: (acercándose con rabia contenida)

—No necesito protección, Rei. Necesito la verdad. Necesito saber si lo que siento por ti… es solo mío. O si “él” también está ahí cuando me miras.

Rei: (levantando la mirada lentamente)

—A veces… ni siquiera sé si sigo siendo yo. Hay momentos en los que escucho pensamientos que no son míos, siento emociones que no me pertenecen. Pero cuando estoy contigo… todo se aquieta. Es la única vez que “él” se retira.

Yuki: (con un susurro tembloroso)

—¿Y si te pierdes? ¿Y si un día ya no queda nada de ti?

Rei: (acercándose, casi tocándolo)

—Entonces, grita mi nombre. Hazme volver. Aunque tenga que pelear contra esa sombra cada noche, si tú estás aquí… vale la pena.

Yuki: (las lágrimas brillan en sus ojos, pero no caen)

—Te odio por hacerme sentir esto… y aún así, no quiero dejarte.

Rei: (con una leve sonrisa amarga)

—Tal vez… eso es lo que me salva.