Caminar en Silencio

Caminamos en silencio durante un rato, disfrutando del aire fresco y del sonido de los pájaros cantando en los árboles. La biblioteca estaba ubicada en un barrio tranquilo, rodeado de jardines y parques. El sol comenzaba a declinar, proyectando sombras largas y misteriosas en el suelo.

Damián rompió el silencio después de un rato.

—¿Te gusta leer? —preguntó, mirándome con curiosidad.

Asentí, sintiendo que mi pasión por la lectura se despertaba de nuevo.

—Sí, me encanta. Me gusta perderme en los libros y descubrir nuevos mundos.

Damián sonrió, y sus ojos brillaron con entusiasmo.

—A mí también me gusta. Me siento como si pudiera ser cualquier persona, hacer cualquier cosa, cuando estoy leyendo.

Continuamos caminando, hablando sobre libros y autores. Descubrí que Damián tenía un gusto similar al mío, y que ambos éramos fanáticos de la literatura clásica.

Mientras hablábamos, noté que Damián parecía más relajado que antes. Su sonrisa era más amplia, y sus ojos brillaban con una luz que no había visto antes.

Después de un rato, llegamos a un parque cercano. Damián se sentó en un banco, y yo me senté a su lado. El sol estaba empezando a ponerse, proyectando un resplandor dorado sobre el paisaje.

—Me alegra haber hablado contigo —dijo Damián, mirándome con una sonrisa—. Me siento como si hubiera encontrado a alguien que entiende lo que digo.

Me sentí conmovido por sus palabras, y sonreí en respuesta.

—Yo también me alegra —dije—. Me siento como si hubiera encontrado a alguien que entiende lo que siento.

Damián se acercó un poco más a mí, y nuestros brazos se tocaron. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, y mi corazón latió un poco más rápido.

—¿Quieres que nos veamos de nuevo? —preguntó Damián, mirándome con ojos brillantes.

Asentí, sintiendo que mi rostro se calentaba un poco.

—Sí, me gustaría —dije, sonriendo.

Damián sonrió en respuesta, y nos quedamos sentados en silencio durante un rato, disfrutando del atardecer y de la compañía mutua.