Me sentí ansioso y preocupado mientras esperaba a que Damián respondiera a mi llamada. Pero no lo hizo. Decidí enviarle un mensaje de texto, esperando que al menos respondiera a eso.
"¿Estás bien? ¿Qué pasa?", le escribí.
Pero no hubo respuesta. Me sentí cada vez más ansioso y preocupado. ¿Qué estaba pasando con Damián? ¿Por qué no respondía a mis mensajes?
Pasaron horas sin que Damián respondiera. Me sentí como si estuviera en un abismo, sin saber qué hacer ni qué decir. ¿Iba a perder a Damián por culpa de sus amigos?
Finalmente, decidí ir a buscarlo a su casa. Quería hablar con él en persona y saber qué estaba pasando. Me sentí un poco nervioso al llegar a su casa, pero sabía que tenía que hacerlo.
Llamé a la puerta y esperé a que alguien respondiera. Fue la madre de Damián quien abrió la puerta.
—¿Hola? —dijo, mirándome con una sonrisa—. ¿Qué pasa?
—Hola, señora —dije, sintiendo un poco de nerviosismo—. Estoy buscando a Damián. ¿Está en casa?
La madre de Damián me miró con una expresión seria.
—Sí, está en su habitación —dijo—. Pero no sé si quiere hablar con alguien en este momento.
Me sentí un poco sorprendido por su respuesta. ¿Qué estaba pasando con Damián?
—¿Puedo hablar con él? —pregunté, sintiendo una sensación de determinación.
La madre de Damián asintió.
—Sí, puedes hablar con él. Pero ten cuidado, está pasando por un momento difícil.
Me sentí un poco ansioso al subir las escaleras hacia la habitación de Damián. ¿Qué iba a encontrar allí?
Llamé a la puerta y esperé a que Damián respondiera.
—¿Sí? —dijo, con una voz débil.
—Soy yo —dije—. ¿Puedo entrar?
Damián no respondió, pero yo sabía que estaba allí. Así que abrí la puerta y entré en su habitación.
Damián estaba sentado en su cama, mirando al suelo. Me senté a su lado y lo miré con una expresión de preocupación.
—¿Qué pasa? —pregunté, sintiendo una sensación de ansiedad—. ¿Por qué no respondías a mis mensajes?
Damián levantó la vista y me miró con ojos tristes.
—Lo siento —dijo—. No sabía qué decirte. Mis amigos me están presionando para que me aleje de ti.
Me sentí herido y confundido. ¿Por qué sus amigos no podían aceptar nuestra relación?
—¿Qué les pasa? —pregunté, sintiendo una sensación de frustración—. ¿No pueden ver que somos felices juntos?
Damián se encogió de hombros.
—No lo sé. Solo que no les parece bien. Dicen que no soy lo suficientemente "normal" contigo.
Me sentí como si hubiera sido golpeado en el estómago. ¿Qué querían decir con eso? ¿Que nuestra relación no era lo suficientemente "normal"?
—¿Qué significa eso? —pregunté, sintiendo una sensación de dolor y confusión.
Damián se detuvo y me miró con una expresión seria.
—Significa que no entienden nuestra relación. Dicen que es rara, que no es como las demás.
Me sentí herido y enojado. ¿Por qué tenían que juzgar nuestra relación de esa manera?
—No somos raros —dije, sintiendo una sensación de determinación—. Somos diferentes, pero eso no significa que nuestra relación no sea válida.
Damián me miró con una expresión de admiración.
—Lo sé —dijo—. Pero mis amigos no lo entienden. Me están presionando para que me aleje de ti.
Me sentí como si estuviera en un abismo, sin saber qué hacer ni qué decir. ¿Iba a perder a Damián por culpa de sus amigos?
—¿Qué vas a hacer? —pregunté, sintiendo una sensación de ansiedad.
Damián me miró con una expresión seria.
—No lo sé —dijo—. Pero necesito pensar en esto. Necesito decidir qué es lo que quiero de verdad.
Me sentí como si estuviera en una encrucijada, sin saber qué camino tomar. ¿Iba a seguir luchando por nuestra relación, o iba a dejar que la presión de sus amigos nos separara?
Damián y yo nos quedamos en silencio durante un rato, sin saber qué decir ni qué hacer. La tensión entre nosotros era palpable, y podía sentir que nuestra relación estaba en peligro.
Finalmente, decidí romper el silencio.