📖 Capítulo 2 — La Marca del Olvido
La anciana vestal extendió su mano hacia Caelan.
En su palma abierta, descansaba una gema negra, irregular como carbón, pulsando débilmente con una luz azulada desde su interior.
—El Juramento de Sangre —susurró ella—.
—Tu familia lo selló antes de su caída. Mientras esta gema respire, existe una oportunidad para reclamar tu derecho... y vengar su memoria.
Caelan, todavía envuelto en el manto oscuro, sintió cómo una oleada de memorias enterradas intentaba desgarrarlo desde dentro. Vió visiones: un Concilio celebrando su ejecución, demonios susurrando desde las sombras, traiciones nacidas de sonrisas amistosas.
Apoyó sus dedos sobre la gema.
Al contacto, una marca se dibujó lentamente en su antebrazo: una serpiente alada mordiéndose la cola, símbolo de los Duskvarr.
El pacto estaba sellado.
La anciana retrocedió, con respeto reverente.
—Pero debes apresurarte, Caelan —dijo—.
—Una sombra ya ronda este lugar.
—Los cazadores del Concilio han sentido tu despertar.
—Te enviarán su primer peón: un inquisidor de Casa Morvayne, portador de fuego maldito y muerte.
Caelan frunció el ceño. No necesitaba más advertencias.
Sabía lo que eso significaba: no habría tregua.
La Bestia a su lado, el lobo de sombra, gruñó bajo, sus ojos ardiendo como brasas.
—Déjales venir —dijo Caelan finalmente, su voz todavía áspera por la reencarnación, pero firme como una hoja forjada—.
—Si buscan matarme... aprenderán que los muertos no olvidan.
La anciana sonrió, un destello sombrío cruzando sus arrugas.
—Entonces prepárate, joven Duskvarr.
—Tu primer camino te lleva al Bosque de Tiriahn.
—Allí, bajo el lago negro, duerme tu primer legado: El Fragmento del Corazón Primordial.
Sus dedos temblorosos señalaron el este, más allá de las montañas rotas.
—Pero cuidado.
—Los espíritus guardianes no sirven a ningún amo... y menos aún a un heredero caído.
Caelan recogió la gema, la escondió bajo su ropa, y caminó hacia la entrada destrozada del bastión.
La noche lo recibió con un viento helado, arrastrando murmullos lejanos: palabras antiguas, advertencias olvidadas.
Con su bestia a su lado, sus puños apretados y la sombra de su antiguo linaje grabada en su piel, dio el primer paso hacia su destino.
Detrás de él, en las ruinas de Duskvarr, las piedras susurraban:
"El Guardián ha despertado."
Y en algún lugar lejano, oculto tras los muros dorados del Concilio, los ojos del enemigo se abrieron.
[FIN DEL CAPÍTULO 2]