Capítulo 4 — El Corazón Primordial.

📖 Capítulo 4 — El Corazón Primordial

El lago negro susurraba su llamado.

Las aguas, quietas como un espejo de obsidiana, temblaban suavemente con cada paso que Caelan daba hacia la orilla.

Su Bestia de Sombra caminaba a su lado, los ojos ardiendo de expectación.

Allí, en el centro del lago, suspendido en la nada, flotaba el Fragmento del Corazón Primordial: un cristal irregular, brillante con una luz azul profundo, latiendo al ritmo de una música olvidada.

Pero Caelan sabía que no sería tan fácil.

Ningún fragmento de ese poder ancestral estaría desprotegido.

Cuando dio el primer paso en el agua, el bosque entero pareció contener la respiración.

Y entonces ellos surgieron.

Desde las profundidades surgieron figuras hechas de agua, barro y viento: los Guardianes Elementales de Tiriahn.

Seres sin rostro, sin alma, creados solo para custodiar la reliquia.

Sus cuerpos brillaban tenuemente, cada uno representando un elemento antiguo: fuego, agua, viento y tierra.

Cuatro enemigos.

Cuatro pruebas.

Una oportunidad.

Caelan cerró los ojos un instante, dejando que su vínculo con la Bestia de Sombra fluyera a través de él.

Sintió el eco de un poder más profundo: el Dominio de Espíritu y Sombra latiendo en sus venas.

Abrió los ojos.

Y la batalla comenzó.

El guardián de fuego atacó primero, disparando una lluvia de cenizas ardientes.

Caelan giró su cuerpo, sus sombras alzándose como un muro líquido, absorbiendo las llamas antes de que pudieran alcanzarlo.

Del suelo, el guardián de tierra lanzó pilares de piedra, intentando aplastarlo.

Caelan saltó, usando la sombra como impulso, deslizándose entre los ataques como un espectro.

Pero no podía confiar solo en la defensa.

Era hora de golpear.

Con un gesto de sus dedos, moldeó la oscuridad en látigos de niebla viva, envolviendo al guardián de viento, apretándolo hasta que su cuerpo se dispersó en una explosión de brisa.

Uno menos.

El guardián de agua intentó rodearlo, solidificando su forma en cuchillas líquidas.

Caelan invocó su Bestia, que saltó sobre la criatura, desgarrándola mientras el agua se evaporaba bajo la mordida de pura sombra.

Dos menos.

Fuego y tierra quedaban.

El lobo de sombra luchaba contra el guardián de fuego, sus colmillos enfrentando llamas vivas.

Mientras tanto, Caelan se lanzó contra el de tierra, esquivando rocas y estalagmitas, hasta que finalmente concentró su magia:

un puño de sombra solidificada que impactó directamente en el núcleo del guardián.

Con un crujido sordo, la criatura de tierra colapsó en polvo.

Tres menos.

Solo quedaba el fuego.

El guardián ardiente, viéndose acorralado, liberó una llamarada final, una explosión que podría haber reducido el bosque a cenizas.

Pero Caelan, combinando su dominio de sombra y espíritu, creó una esfera de vacío que devoró el fuego mismo.

Cuando la explosión cesó, el último guardián cayó.

Silencio absoluto.

Caelan, jadeando, caminó hasta el centro del lago.

El Fragmento del Corazón Primordial flotaba ante él, palpitando como un corazón vivo.

Extendió su mano.

El cristal se hundió en su pecho, fusionándose con su alma, liberando una oleada de poder ancestral.

Caelan cayó de rodillas, la energía rugiendo a través de su cuerpo como una tormenta.

Visiones lo invadieron: guerras antiguas, bestias titánicas, ángeles caídos y demonios errantes...

El conocimiento prohibido de eras olvidadas susurraba en su mente.

Y en medio de todo, una voz antigua, profunda y feroz:

Reclama lo que te fue robado.

Destruye lo que se alzó sobre tus cenizas.

La era de Duskvarr no ha terminado.

Apenas comienza.

Caelan abrió los ojos.

El mundo ya no era el mismo.

Él ya no era el mismo.

Empuñando el poder del Fragmento Primordial, el verdadero renacimiento de Duskvarr había comenzado.

Y los cielos temblarían ante su regreso.

[FIN DEL CAPÍTULO 4]