La noche había caído sobre el campamento de los Sapharion, y las llamas de las hogueras danzaban como dragones vivos, iluminando las caras de los guerreros reunidos alrededor.
Caelan caminaba con paso firme entre ellos, su mente llena de una mezcla de estrategia y preocupación.
Sabía que el Cazador de las Sombras estaba cerca. Había un frío palpable en el aire, como si todo el bosque hubiera dejado de respirar.
La presencia de la bestia cazadora podía percibirse en la oscuridad misma. No era solo un ser físico, sino una entidad que existía más allá de la comprensión, una sombra entre las sombras.
Al llegar al centro del campamento, Caelan fue recibido por Lord Kaelen Sapharion, quien observaba con seriedad la carta de batalla extendida frente a él.
Sus ojos, normalmente llenos de fuego, ahora reflejaban una calma peligrosa, el signo de que estaba preparado para lo peor.
—El Cazador de las Sombras no es un enemigo común. —dijo Kaelen sin levantar la vista—.
—Ni siquiera nuestros mejores guerreros han sobrevivido a su caza.
Caelan asintió, su mirada fija en el mapa, observando las rutas posibles de avance del enemigo.
—¿Qué podemos hacer entonces? —preguntó, su tono grave.
Lord Kaelen levantó la cabeza, y su mirada fue como un relámpago azul.
—Nosotros no seremos cazados.
—Vamos a cazarlo primero.
Con un gesto, Kaelen ordenó a sus guerreros que rodearan el campamento, creando un círculo de defensa impenetrable.
En el aire, una sensación de magia antigua comenzó a emanar, mientras los Sapharion desplegaban sus artes de fuego en preparación.
Caelan miró a su alrededor.
El campamento estaba lleno de fuerzas excepcionales: guerreros, magos, arqueros, todos entrenados en las artes de la magia elemental y el combate cuerpo a cuerpo.
Pero a pesar de su poder, Caelan sabía que el Cazador de las Sombras no sería vencido tan fácilmente.
No con el poder de la magia o la fuerza bruta. Este enemigo era algo completamente diferente.
—¿Conoces las leyendas? —preguntó Caelan, mirando a Kaelen.
El líder de los Sapharion asintió lentamente.
—El Cazador de las Sombras nunca ha sido derrotado.
—Él es una criatura que desafía la lógica misma. No hay luz en su existencia, y sus habilidades de movimiento están más allá de cualquier hechizo conocido.
—Pero nosotros no somos simples mortales, Caelan.
—Con el Fuego Eterno de nuestra Casa, podremos marcar la diferencia.
—Este monstruo, esta abominación que acecha en la oscuridad, no podrá resistir el calor de nuestro fuego.
Caelan cerró los ojos un momento, pensando en las palabras de Kaelen.
Sí, la magia de fuego de los Sapharion era impresionante, pero sabía que necesitarían más que eso para enfrentarse al Cazador.
Fue en ese momento cuando uno de los guerreros se acercó corriendo, su rostro pálido de terror.
—¡Mi Lord! —dijo con voz entrecortada—.
—Lo hemos encontrado. El Cazador de las Sombras... está aquí.
El viento sopló con fuerza, trayendo consigo el frío de la muerte misma.
En lo profundo de la oscuridad, una figura apareció:
Un silencio mortal lo precedió, y una sombra de forma humana surgió entre los árboles, sus ojos brillando con un resplandor rojo profundo.
Era el Cazador de las Sombras, y su presencia era tan aplastante que el aire mismo parecía volverse denso y opresivo.
Con un grito de guerra, Caelan levantó su mano y el Fuego Eterno de la Casa Sapharion estalló alrededor de él, rodeándolo de llamas azules brillantes.
El fuego no solo iluminaba la noche, sino que parecía desgarrar el aire mismo con su intensidad.
Pero el Cazador no se movió.
Era solo una sombra, una figura envuelta en oscuridad, pero sus ojos brillaban como dos faros de muerte inminente.
—Caelan de Duskvarr —la voz del Cazador resonó en su mente, como un susurro sin origen—.
—Eres el último de los Duskvarr... y el último de tus ilusiones.
Con un movimiento, la sombra se deshizo en el aire y reapareció a una velocidad imposible.
Antes de que Caelan pudiera reaccionar, el Cazador de las Sombras lo atravesó con un salto mortal, su cuchillo de obsidiana brillando en la oscuridad.
Pero Caelan ya había anticipado el movimiento.
Con un golpe de fuego, la Bestia de Sombra se desató a su lado, protegiéndolo en el último momento.
—¡Tienes que hacerlo! —gritó Caelan a Kaelen, quien ya había comenzado a reunir todo el poder del Fuego Eterno en su palma—.
—Ahora es el momento.
El rugido de un dragón resonó en el aire.
Kaelen desató el poder más letal de su Casa: una explosión de fuego azul puro, tan intensa que el aire se distorsionó con su calor.
El Cazador de las Sombras desapareció, pero la llama no lo alcanzó.
Él se deslizó hacia la oscuridad, dejando solo el eco de su risa lejana.
La caza continúa.
[FIN DEL CAPÍTULO 8]