Capítulo 9 — La Ira del Concilio.

El Círculo de los Eternos estaba sumido en el caos.

La sala que solía ser el centro de la sabiduría y el poder del Concilio ahora parecía un hervidero de rabia y frustración. Los rostros de los líderes eran reflejos de furia, incredulidad y desesperación.

El informe había llegado a la sala minutos antes: el Cazador de las Sombras, su más letal asesino, había fracasado.

El monstruo que se movía en las sombras había fallado en su misión, y la casa Sapharion seguía firme junto a Caelan de Duskvarr.

El Corazón Primordial seguía en manos del traidor, y la alianza era más fuerte que nunca.

La voz de Valthior, el Gran Maestre, retumbó en el Círculo, ahogando el murmullo de los presentes.

¡Silencio! —su orden fue inquebrantable, su voz llena de poder absoluto.

Los miembros del Concilio cesaron de inmediato.

A pesar de su ira, el peso de la autoridad de Valthior no se cuestionaba.

Era un hombre que había dirigido el Concilio durante generaciones, y sus decisiones siempre eran definitivas.

Valthior se levantó lentamente de su asiento, su capa negra ondeando con cada paso que daba hacia el centro de la sala.

Sus ojos, como pozos oscuros, observaban a los demás, llenos de una ira controlada, pero palpable.

¿Cómo ha sido posible que el Cazador de las Sombras fracase? —preguntó, su tono casi un susurro, pero cargado de tensión.

Lady Eveline fue la primera en hablar, su rostro tenso y furioso.

Era una sombra misma, Valthior.

—¿Cómo podía haber fallado? El Cazador de las Sombras es la máxima autoridad de nuestra caza.

¿Acaso no era suficiente para destruir a Caelan de Duskvarr?

Valthior se giró hacia ella, su mirada tan fría que congeló el aire mismo.

Eveline, —dijo en un tono bajo—.

Sabes bien que el Cazador de las Sombras no es un ser común.

—Lo que Caelan ha desatado no es solo poder físico. No es solo magia elemental.

—Es algo mucho más oscuro... el Corazón Primordial ha despertado, y con él, la voluntad de un nuevo imperio.

Un murmullo recorrió la sala. La sola mención del Corazón Primordial hizo que muchos bajaran la mirada.

La magia de esa reliquia era incomprensible, y su influencia casi divina. Nadie había logrado controlarla completamente... hasta ahora.

No solo hemos fallado en nuestra misión de destruirlo. —Valthior continuó, sus ojos brillando con una determinación imparable—.

Hemos subestimado a Caelan.

—Y ahora, la guerra será más feroz de lo que imaginamos.

Lord Tyrann, conocido por su agresividad, golpeó su puño contra la mesa con furia.

¡Esto no puede quedar así! —exclamó.

Caelan se burla de nosotros, de todo lo que representamos. Necesitamos actuar ya, antes de que se convierta en una amenaza imposible de detener.

Valthior lo miró en silencio por unos momentos, evaluando cada palabra.

No te equivoques, Tyrann. —respondió Valthior, su voz con una dureza absoluta.

Si Caelan ha demostrado algo, es que tiene algo que no podemos ignorar.

Él está reescribiendo las reglas.

Y necesitamos a alguien que pueda detenerlo... alguien que tenga más que solo magia.

Alguien que tenga el poder de enfrentarse a lo que está por venir.

Un silencio pesado envolvió la sala mientras todos los miembros del Concilio se miraban unos a otros. Nadie se atrevía a hablar por un largo momento, hasta que finalmente Lady Eveline rompió el silencio.

¿Qué propones, entonces? —su voz grave, pero intrigada.

Valthior dio un paso adelante, su mirada fría e intensa fija en todos ellos.

El Cazador de las Sombras ha fallado, pero eso no significa que no podamos crear un arma más letal.

Lo que necesitamos es un ser que esté más allá de la sombra, más allá de la luz.

Un ser que combine lo que tememos en cada uno de nosotros.

—**Necesitamos al Heraldo de la Muerte.

Las palabras de Valthior flotaron en el aire como una sentencia.

El Heraldo de la Muerte era una entidad legendaria, una que solo se mencionaba en mitos.

Un ser que, según los rumores, poseía el poder de consumir las almas de aquellos que se cruzaban en su camino.

Alguien que estaba más allá de la muerte. Un arma viva, forjada con las artes oscuras que el Concilio había jurado nunca usar.

La sala quedó en silencio absoluto, la atmósfera tan densa que se podía cortar con un cuchillo.

¿Realmente estaban dispuestos a desatar algo tan terrible?

Finalmente, Valthior rompió el silencio.

Esta será nuestra última carta, nuestra última oportunidad.

Si Caelan y su alianza no son detenidos, todo lo que hemos construido se desmoronará.

Llamaremos al Heraldo, y cuando lo hagamos, no habrá marcha atrás.

[FIN DEL CAPÍTULO 9]