Capítulo 33 — El Portador de las Cicatrices
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### 🌫️ Una sombra en movimiento
Al amanecer, mientras el grupo descansa en los límites del Territorio Niebla Roja, **el aire cambia**. No hay viento. No hay sonido. Solo una quietud que **aplasta el pecho.**
Tahr’vel se detiene en seco. Sus ojos brillan con fuego disonante.
—No es del Concilio —ruge—.
—Es peor. Es **uno de los que caímos contigo.**
Caelan se gira.
Y lo ve.
Una figura sin armadura, envuelta en una capa rota. El rostro cubierto por un yelmo astillado. Camina con lentitud, pero cada paso **deforma la tierra.**
> —Caelan Dervair…
> ¿Cuántos fragmentos vas a robar antes de recordar por qué los sellaste?
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### 🩸 El enfrentamiento inevitable
Caelan no responde. Instintivamente, alza su espada de fuego.
—¿Quién eres?
> —Fui tu sombra.
> El portador de las cicatrices que tú dejaste atrás.
El desconocido **extiende su mano**… y un guantelete de ceniza aparece, el opuesto del suyo.
> —Fui parte del Fénix.
> Ahora… **soy lo que queda cuando el Fénix muere.**
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### ⚔️ Combate en el umbral
Lo que sigue no es un duelo… es un **choque de memorias.**
Cada golpe desencadena ecos de recuerdos enterrados: una ciudad envuelta en fuego; un juramento traicionado; una figura llorando sobre un campo de huesos.
Caelan no puede evitarlo. Parte de él **reconoce al enemigo**.
—Tú eras… uno de los Cuatro.
—Sí.
—Y fuiste tú quien **nos selló para que el mundo no nos recuerde.**
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### 🔥 Furia desatada
Caelan pierde el control por un momento. Su fuego se transforma en una llamarada negra, corrompida por el dolor de lo que está empezando a recordar. Su bestia guardiana se disuelve por segundos, desbordada por el vínculo roto.
Y entonces, el enemigo lo detiene con un gesto.
> —No he venido a matarte… aún.
> He venido a devolverte algo.
Lanza una pequeña pieza de metal: **un fragmento del cinturón del Fénix**.
> —Recupérate. Reúne tus partes.
> Porque cuando completes tu armadura…
> **volverás a ser él. Y yo estaré allí para matarte… otra vez.**
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### 🌑 Desaparición
La figura se esfuma en sombras vivas, dejando a Caelan arrodillado, exhausto, y con un fragmento más en sus manos. Pero esta vez, **no hay gloria. Solo una certeza:**
> Lo que fue sellado… fue por una razón.
> Y Caelan empieza a temer que **él mismo fue el mayor peligro del mundo.**
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**FIN DEL CAPÍTULO 33 — El Portador de las Cicatrices**