CAPÍTULO 40

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Al escuchar la explicación de Edward, la ira de Maximilian Whitmore fue inicialmente ardiente, pero a medida que Edward hablaba, se transformó en algo más: curiosidad. Su agarre en el teléfono se tensó.

—Edward, pásale el teléfono al gerente.

Al escuchar lo que el dueño acababa de decir.

Edward dudó por un segundo, con confusión reflejada en su rostro. Esperaba que su jefe lo felicitara, no que pidiera la versión del gerente. Aun así, sin decir palabra, empujó el teléfono a las manos del gerente.

El gerente, aunque tembloroso, tomó el teléfono y lo sostuvo cuidadosamente junto a su oreja.

—S-Señor...

La voz de Maximilian se escuchó, fría y cortante.

—¿En qué demonios estabas pensando? Entregar algo que nunca debió venderse... ¿tienes idea de lo que has hecho?

El gerente tragó saliva con dificultad, pero se obligó a responder en un susurro.