CAPÍTULO 48

En ese momento Valentina exhaló suavemente, con una leve sonrisa dibujándose en sus labios.

—Raymond, no tienes que hacer todo esto por mí. Un día, te lo devolveré. Cuando finalmente me recupere, cuando empiece a trabajar de nuevo, te devolveré todo.

Al escuchar lo que Valentina acababa de decir.

Raymond arqueó una ceja, con un destello de diversión en su mirada. —¿Y exactamente para qué crees que estoy aquí?

Ella dudó, pero antes de que pudiera responder, él tomó sus manos, con un agarre firme pero suave.

—Soy tu esposo, Valentina. Mi trabajo es asegurarme de que tengas todo lo que necesitas. Y a cambio, solo tienes que cuidar de mí también. Es todo lo que pido.

Inmediatamente Valentina sintió que un calor se extendía por su pecho. Sus palabras eran simples, pero contenían un tipo de seguridad que no se había dado cuenta que necesitaba.

—Lo haré —susurró—. Te cuidaré con todo lo que tengo.