CAPÍTULO 61

En ese momento, los murmullos en la sala se volvieron frenéticos, como un incendio forestal consumiendo hierba seca.

—¿Una tarjeta roja? ¿Acaso aceptan eso?

—Nunca he visto una antes —¿quién lleva una tarjeta roja?

La confusión se convirtió en incredulidad, y la incredulidad se transformó en frustración. Algunos sacudieron la cabeza, incapaces de asimilar la situación. Otros, aquellos con bolsillos más profundos y mayor influencia, comenzaron a inquietarse.

—¿Por qué los organizadores permitirían una tarjeta roja? ¿Qué significa?

Nadie tenía una respuesta.

Mientras tanto, Dorian Lancaster permanecía sentado rígidamente, con la mandíbula tensa mientras la irritación destellaba en sus ojos. Nunca había imaginado que tendría que competir, y mucho menos estar en una posición donde su autoridad fuera cuestionada.

En ese momento sus dedos tamborileaban ligeramente sobre el reposabrazos, su mente estaba tranquila.