CAPÍTULO 62

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Sin embargo, Raymond permaneció inmóvil, sus dedos golpeando ligeramente contra la mesa, su expresión indescifrable. Todo el salón lo observaba, esperando su próximo movimiento—esperando que oficialmente se retirara.

Damien exhaló, sacudiendo la cabeza. Se acabó. No había manera de que Raymond pudiera ir más alto. Ya había tentado su suerte, pero este era el límite.

Incluso las familias más adineradas tenían restricciones en sus gastos.

Una sola transacción de 35 millones de dólares era imposible a menos que controlaras un banco tú mismo.

Esa era la regla, la ley que mantenía a raya incluso a las familias más poderosas.

Y J12 controlaba el segundo banco más grande del país.

Eso significaba que ya habían ganado.

Damien sintió un amargo alivio. Al menos aquí es donde termina. Raymond podría haber montado un espectáculo, pero no podía hacer nada más allá de esto.

A su lado, Valentina alcanzó la mano de Raymond, apretándola suavemente.