CAPÍTULO 63

En ese momento, el subastador se aclaró la garganta y elevó la voz:

—¡Treinta y cinco millones de dólares! ¿Hay alguien dispuesto a ofrecer más?

En el momento en que esas palabras salieron de sus labios, toda la sala estalló en carcajadas. No eran solo unas risitas—era una burla descarada ante la idea de que alguien pudiera superar la oferta de J12.

—¡Ah, vamos! ¡Di vendido de una vez! —gritó un hombre, sacudiendo la cabeza.

Otro se rio, dando un codazo a su amigo:

—¿Quién en su sano juicio desafiaría a J12? ¡Eso es suicidio!

—Exactamente —susurró una mujer, sus labios curvándose en una sonrisa divertida—. El subastador debería dejar de fingir. ¡Todos aquí saben que ya terminó!

La sala zumbaba con murmullos y miradas cómplices. La gente ya estaba aceptando la victoria de J12, algunos incluso aplaudiendo ligeramente, como si ellos mismos cerraran el trato.

Incluso el subastador, incapaz de ocultar su sonrisa, asintió.

—Bien entonces, ya que no hay más...