Al escuchar lo que Raymond acababa de decir.
La familia Callum no podía creer lo que oían.
—¡Cómo TE ATREVES! —la voz de María rompió la tensión como un cristal que se quiebra, su pulsera de diseñador repiqueteando contra la mesa mientras golpeaba con la palma. Sus facciones perfectamente arregladas se contorsionaron de rabia, manchas rojas floreciendo en sus mejillas expertamente empolvadas.
—¿Quién te crees que eres? —se levantó de su silla, imponente sobre sus tacones Louboutin.
—¿Un rata callejera que recogimos de la cuneta, ahora intentando hacerse pasar por nuestro igual? —su risa era lo suficientemente afilada como para cortar.
—¡Deberías estar de rodillas agradeciéndonos por tanta generosidad!
Acechó alrededor de la mesa como un depredador, su bufanda de seda Hermès ondeando tras ella como un estandarte de batalla.