Esperaban que ella se sentara tranquilamente, abrumada por el peso de su nuevo cargo, confiando en ellos para tomar las decisiones reales mientras ella disfrutaba del título. Pero ahora era obvio que Valentina no tenía intención de ser una marioneta.
Ella quería supervisar todo por sí misma.
Esa simple revelación fue suficiente para amargarles el humor. Pero no había nada que pudieran hacer ahora. Todavía no.
Así que mantuvieron sus expresiones neutrales, asintieron rígidamente entre ellos y se marcharon.
En ese momento Valentina regresó a su oficina, acomodándose en su silla. El peso de los acontecimientos de la mañana aún persistía, pero no dejó que la distrajera. Todavía había trabajo por hacer, y no iba a permitir que nadie socavara su posición.
Valentina apenas se había acomodado en su silla cuando su secretaria, Harper, entró en la oficina, luciendo ligeramente nerviosa. Dudó en la entrada por un momento antes de aclararse la garganta.