Valentina seguía mirando los vestidos en silencio. Su corazón latía rápido, pero no era miedo—era algo más profundo. Realmente los amaba. Cada tela, cada gema cosida en esos vestidos llamaba su nombre. No necesitaba decirlo en voz alta. Se notaba en su rostro.
En ese momento, Chloe seguía paralizada. No se había movido, ni parpadeado. Parecía alguien golpeada por un rayo que intentaba respirar de nuevo. Sus ojos estaban muy abiertos, los labios entreabiertos, y sus dedos se tensaron ligeramente alrededor de la copa que ni siquiera había tocado.
En ese instante Victoria se inclinó cerca y le tocó suavemente el brazo.
—Chloe —susurró, tratando de no llamar la atención—. Vámonos. Por favor.
Chloe no respondió.
—Esto ya está fuera de nuestro alcance —añadió Victoria en voz baja—. Esto ha superado el punto de competencia. Solo mira alrededor. La multitud, el respeto, la manera en que el gerente mismo la está atendiendo... esto no es algo para lo que nos preparamos.