En ese momento Raymond se apoyó contra la pared del almacén, en conflicto. Siempre había querido moldearla en alguien dura, alguien que pudiera sobrevivir en este mundo que casi los había destrozado a ambos. Le había advertido innumerables veces que la suavidad era un lujo que no podían permitirse. Pero ahora que finalmente estaba mostrando el acero que él había intentado inculcarle, se encontraba reacio a dar un paso atrás.
En ese momento su teléfono volvió a vibrar y era Valentina quien llamaba de nuevo.
—Ray —su voz era más fuerte de lo que había sido en la habitación del hospital—. ¿Dónde estás?
Exhaló lentamente.
—En algún lugar pensando en María.
En ese momento hizo una pausa.
—Y en ti también. —La admisión salió más áspera de lo que pretendía—. Sobre si debería dejarte manejar esto.
En ese momento el silencio se extendió entre ellos, llenado solo por el suave sonido de su respiración.