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Cuando Melanie entró en la sala de exposición de LuxeArt, una fila meticulosamente formada de empleados se mantenía rígida en señal de bienvenida. Sus posturas eran perfectas como de manual, rígidas con disciplina, pero sus expresiones contaban una historia diferente—vacías, cautelosas, como si estuvieran preparándose para algo desagradable. Le recordaba a todos esos dramas coreanos donde los empleados siempre esperaban la llegada de su CEO más odiado.
Al final de la fila, de pie con los brazos cruzados y la barbilla levantada con arrogancia, estaba nada menos que su querida ex suegra—Madam Collins. Los pasos de Melanie vacilaron por solo un segundo mientras un pensamiento completamente irrelevante pero extrañamente divertido entraba en su mente.
Técnicamente, Madam Collins probablemente seguía siendo su suegra.