Melanie aceptó el tazón de sopa con un suspiro, murmurando:
—Esto no significa que acepte tu disculpa.
La sonrisa de Adam se ensanchó mientras replicaba.
—Tienes que hacerlo —declaró, dejándose caer en el sofá como si ya hubiera recibido el perdón.
Ella puso los ojos en blanco.
—No tengo que hacer nada.
—Claro que sí —respondió él con facilidad—. Estás comiendo la sopa. Eso es prácticamente un tratado de paz.
—Estoy comiendo porque tengo hambre —replicó ella antes de llevarse la cuchara a los labios. En el momento en que la sopa tocó su lengua, sus ojos se abrieron horrorizados. El fuego explotó en sus papilas gustativas mientras sentía un calor abrasador hasta los pulmones, haciéndola toser y escupir.
—¿Qué demonios...? —jadeó, agarrando una servilleta y secándose los labios que le ardían. Sus ojos se humedecieron mientras resoplaba:
— ¿Qué es esto?
—Sopa —dijo Adam, conteniendo una risa—. ¿Por qué? ¿Sabe mal?