Saira descendió de la pequeña plataforma conectada a la pista del aeropuerto y tomó una larga y profunda respiración. Por primera vez en lo que parecía una eternidad, finalmente podía exhalar y respirar libremente... ¡sin preocupación alguna! Lo había logrado—había escapado de Maniwa, dejado atrás la pesadilla que era Robert Collins, y ahora existía la posibilidad de construir algo nuevo. Algo que fuera solo suyo. Una familia propia, libre de miedo y de su propia estupidez.
Se dio la vuelta lentamente, su mirada siguiendo la camilla mientras Adam era cuidadosamente bajado por la rampa. Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. Ahora él estaba en sus manos. Todavía sentía ganas de pellizcarse para asegurarse de que esto no era un sueño. Ambos estaban a salvo y estarían juntos, y eso era todo lo que importaba.