Enfurecida

El pulso de Saira retumbaba en sus oídos. Sus ojos se movían rápidamente entre los agentes, calculando ángulos, distancia—cualquier cosa que pudiera darle ventaja. Pero no encontró ninguna. Las paredes se habían cerrado antes de que ella se diera cuenta de lo que había sucedido.

—¡Esto no es posible! —gritó Saira, con voz aguda y temblorosa, los ojos abiertos de incredulidad. Avanzó un paso furiosa, señalando con un dedo tembloroso hacia Melanie—. ¡Nadie más lo sabía! ¡Nadie! Planeé cada paso—quemé cada archivo, borré cada rastro. ¡Esto era mío! ¡Solo yo conocía la ubicación! ¡Solo yo! —Su respiración se entrecortó mientras la rabia y el pánico se entrelazaban en su pecho ante la idea de perderlo—. ¡¿Cómo demonios me encontraron?!