Patrick Collins estaba de pie en silencio fuera de la UCI, con los brazos cruzados y la espalda apoyada contra la fría pared blanca. Su rostro no mostraba señales de preocupación o miedo por el anciano que había llevado al hospital con urgencia. Ni siquiera un destello de emoción cruzó sus facciones mientras esperaba al médico.
No había señal de preocupación o urgencia en su expresión. Podría haber estado esperando un taxi en lugar de un médico, a juzgar por lo que mostraba su rostro.
El pasillo se extendía en silencio, llenado solo por el bajo zumbido de las máquinas y el suave chirrido de los zapatos de las enfermeras sobre el suelo pulido. Un reloj de pared hacía tictac en algún lugar sobre su cabeza. Patrick lo miró una vez, luego apartó la mirada sin mostrar impaciencia ni preocupación. Su mirada vagó sin rumbo por el suelo de baldosas y subió hasta un tablón de anuncios cercano, pero realmente no asimiló nada.